¡Tugar, tugar, salir a buscar! Como el juego de cabros chicos, asà mismo le puso Chamonix a su helado. Un cono, o mejor dicho, un vaso con forma de cono… nah, ya ni caso tiene complicarse: era como un Danky pero en cono plástico y que te lo comÃas con cuchara… y con un chicle en el fondo.
Si me lo preguntan, un chicle al final le quita toda la frescura al helado pero ñeh, era un helado pa cabros chicos y, al final, como que todo suma.
Chamonix todavÃa tenÃa su cuento. Y después llegó Savory a desmantelarla poquito a poco, pero eso ya lo conté varias veces.
[vÃa]
No son pocas las referencias en la cultura popular sobre los Suzuki. Fueron los furgones escolares de toda una época, antes que fueran reemplazados por vehÃculos más grandes y con mayores prestaciones, esgrimiendo motivos de seguridad. Fueron, mucho antes que los actuales city-car, el vehÃculo económico por excelencia. Fueron el vehÃculo de carga de toda una época, antes de la masificación de las Chevrolet Luv.
Un jingle con alegrÃa, con alma y, a la vez, una cápsula del tiempo.
[vÃa]
Y ya salió el tercer Preto Dato, con una historia que no tuvo un solo comienzo… y que tampoco fue tan obvia.
De esas cosas que siempre saltan a la mesa recordadas por más de alguno y, probablemente, lo más jugado que haya lanzado la Soprole ochentosa. Yoghurt batido sabor limón. Y llegaba ese cabro chico al ensayo, se sentaba a comerse su yoghurt de limón y, a cada cucharada, alguien de la orquesta perdÃa la nota o se descuadraba, tan sólo de imaginar el sabor.
Duró súper poco, pero se le valora lo jugado. Aunque yo… no lo comerÃa.
[vÃa]
Nunca antes Morenita habÃa sido tan clásica y elegante como en ese cambio de década ochenta-noventa. Y nunca más lo fue.
A la tradicional malta la representaron en la forma de este caballero en blanco y negro que llegaba al bar a pedir su Morenita de siempre y que aún lograba llamar la atención. Una chica se siente atraÃda por este caballero clásico, a lo cual, muy caballero, le invita. Y todo para que, al final, este señor venido de otra época, se esfumara. AsÃ, sin más.
De un final incómodo, fue uno de los contados réclames que, siendo chico, nunca entendÃ.
Después de eso, fue todo decadencia, incluyendo una promo y hasta un réclame con el Kike. Y después, nada.
Pero la idea era ésa: aún en los tiempos que corrÃan, a este clásico se le pegaba la gana de volver de la nada, reclamar su espacio, atraer miradas… e irse, también de la nada.
Un misterio. Al igual que el que nunca más volvieran a hacer algo asÃ.
[vÃa]
Cuando revisábamos el réclame de Picnic del vendedor ambulante de los noventas, alguien mencionó éste. O sea, no este réclame, sino este Picnic. El Picnic original ochentoso. Y en su época original no era un chocolate de los baratos, sino que era como un sÃmil chico del Sahne-Nuss, pero de Costa. Montaron todo un cuento de personas estresadas, con pegas que en esa época eran percibidas como estresantes. Supieran ahora. Y el gran relajo era mandar todo a la punta del cerro, parar… y comerse un Picnic.
Como era la costumbre, estos productos de esa época de Costa se lanzaban junto con el Festival de Viña. Y después seguÃan la campaña por el resto del año.
[vÃa]
En el boliche no tememos a las rarezas, aunque a veces las probamos antes para saber si prenden.
Ésta es una pieza que alguna vez fue fundamental en los programas de nutrición infantil del Estado. En simple, Superchil era la versión comercial (para venta a través de almacenes y supermercados) de un producto creado en 1972 y entregado por el Estado, conocido como la «Fórmula Trigo-Leche». Ésta, y la correspondiente versión del Fortesán, eran entregados por el Estado a través del Programa Nacional de Alimentación Complementaria (PNAC). Y la creación de estas versiones comerciales fue debido a la mala percepción de este tipo de productos por parte de la gente. Se pensó que si era un producto de venta en el comercio, y ya no sólo como el producto regalado en el consultorio, la gente lo mirarÃa menos a huevo. Y como ya lo habÃan intentado creando la marca Purita y les funcionó, estimaron que serÃa el mismo efecto al inventar una versión comercial de otros productos. Y como que también les funcionó. Con el tiempo, el Estado transfirió estos productos a las empresas que se habÃan prestado para la fabricación: Fortesán se lo quedó la CRAV, y Superchil quedó en manos de CALO.
Sin embargo, en 1983 se encargó el control de calidad de estos productos al Instituto de Ciencia y TecnologÃa de los Alimentos (ICYTAL), organismo dependiente de la Universidad Austral. Ahà vino qué golpe de timón: asumieron que no sólo el valor nutricional de los productos, sino además su aspecto, eran claves para la aceptación por parte de los chicos. Si la parte sensorial de la experiencia de consumirlos no era buena, daba lo mismo el valor nutricional. Se caÃa todo y se desvirtuaba el propósito fundamental. El Fortesán, por ejemplo, era leche con poroto de soya. Ouch. Entonces se decidió mejorar el estándar de estos productos. Con una nueva fórmula que daba importancia a asumirse leche y que los agregados fueran tan sólo eso y no el producto mismo, en 1985, el ya dejado un poco de lado Superchil evolucionó a «Purita Cereal».
Agradecimientos a @riveranotario en Threads por enviar el link del documento en donde aprendà todo esto (dejo link aquà en todo caso, por si).
[vÃa]
El dÃa que un talco para pies se montó su propio Footloose. Ya, qué tanto. TenÃa el nombre más raro, pero no importa, porque de un talco de nombre raro hicieron un réclame con toda la onda.
Lo triste es que nunca más vimos a Tinaderm después. O al menos, no lo recuerdo. No pudieron superar el réclame de sus vidas. Esto fue como la mosca de Memo Bunke, pero en réclame.
Y perdón por anticipado, porque el Tinaderm no se lo van a poder sacar en toda la semana.
[vÃa]
El segundo Preto Dato, con un show del cual anunciaron, tras la espera de nadie (¡es que nadie vio venir esto!) que volverá.