![]() |
Bajar capÃtulo (mp3)
Feed RSS
Feed para iTunes (requiere tener instalado iTunes)
Radio Preto en Spreaker
El Spot del Recuerdo Internacional: McDonald's Home Fried Chicken (USA, 1968)
- Por William Hernández F.
- marzo 25, 2015
SÃ, alguna vez McDonald's intentó comercializar pollo frito (o fried chicken, para los puristas).
Alguna vez en los Estados Unidos hubo una división entre los que gustaban de las hamburguesas y los que preferÃan el pollo frito. O al menos eso es lo que este spot de McDonald's de 1968 da a entender, poniendo en las pantallas, ya a todo color, la discusión entre el marido y su predilección por las hamburguesas y su señora, que preferÃa el pollo frito. Cada uno dando sus razones.
Y luego aparece la voz en off: "McDonald's, the people who did so much for the hamburger, happily introduces Home Fried Chicken". La apuesta era traspasar el éxito que habÃa obtenido con las hamburguesas, al pollo frito. Y la idea era que McDonald's, no importando cuál de las dos opciones prefirieras, fuera "your kind of place", como decÃa su slogan de la época. Y la verdad es que les fue pésimo. El pollo frito de la gran M no prendió, y es que habÃa ya un actor preponderante -¿necesito decir cuál?-.
Para la historia esta incursión fallida de McDonald's al lado fried chicken de la fuerza.

CapÃtulo IV
Leà que al fin -léase con voz de mujer hastiada e indignada del acoso rasca, picaresco y "autóctono"- se legislará sobre el acoso callejero a las mujeres. No soy sexista, pero a mà el famoso y folclórico "piropo" me da asco. Yo nunca harÃa eso. OK, ya, lo acepto, es porque soy tÃmido. Pero es que a propósito del cuento es que he estado escuchando y leyendo aberraciones de las cuales la más suavecita es la de andar chupando cierta parte de la anatomÃa fémina. Y perdón por lo explÃcito.
Un dÃa que volvÃa al departamento desde el trabajo, vi una mujer un poco menor que yo afirmándose en el pasamanos del Metro. Lo que habÃa escrito en su puño no podÃa dejar de llamarme la atención: "IDIOTA". Me dio pena y lata. Lata, porque por culpa de un tarado bineuronal de esos que siempre deambulan por ahà -y que con una neurona caminan y con la otra miran potos-, la mina le está tirando la mala onda a medio mundo, y justo en la tarde de regreso a casa, justo a la hora en que uno no quiere más mala onda de nadie. Y pena, porque me imaginé tras su cara -y su puño gritandole idiota al mundo- a una mujer sola. Una mujer que se las da de fuerte y que se autoconstruye una coraza con su puño como una suerte de defensa psicológica. Me gustarÃa pensar en que algún dÃa, si no la ha tenido, que tenga la oportunidad de conocer a un hombre decente que nos deje de cagar la reputación al gremio.
Usar el pasamanos es una experiencia incómoda. No sé si horrenda de incómoda, pero anda cerca. Porque uno siempre trata de no llevar a pasar la mano del otro, ni siquiera de rozarla. Peor si la otra persona es del mismo sexo que uno. Ahà surge una repulsión mutua. En realidad va más allá de fijarse de la otra mano: ambos están preocupados de no pasarse de estación, de que no les metan las manos a los bolsillos, de evitar malos alientos, quedar bajo una axila maloliente o tras una camisa transpirada... y de no toparse con la mano del otro. O sea, si ya andar en Metro con todo eso es nauseabundo, súmale el pasamanos.
Pero volvamos a lo que trata esto: las mujeres. Rara vez suele pasar, pero una vez me ocurrió. La mina con la que compartÃa pasamanos, más o menos de mi edad, pese a que el tren se movÃa y frenaba y arrancaba y todo eso, extrañamente no estaba ni ahà con toparse con "mi" mano. Y era yo el que le hacÃa el quite. Y le hacÃa el quite porque ya tengo -y ojalá no se malinterprete- mi pequeña historia.
Para contar mi historia, tendrÃa que retroceder al séptimo básico. Yo tomaba la micro 136 que me dejaba en el centro. Una cuadra antes, una "niñita" del Liceo 1 tomaba la misma micro y más o menos a la misma hora. Ella me conocÃa de vista. Yo ni tanto. De vuelta, a la hora de bajarme, me tomo del pasamanos de la puerta trasera, y justo quedo al lado de ella. Se da vuelta y me dice: "¡No me tomes la mano!". Yo me quedé inmóvil al comienzo, pero por suerte era hora de bajar de la micro. Y me quedé pensando en eso las dos cuadras que quedaban camino a mi casa.
Y a la niñita del Liceo 1 que compartió el pasamanos conmigo no la vi más. Lo juro. Fue como si me hubiera gritado un "¡Idiota!" en mi cara.
(*) Esta es una historia de ficción basada en hechos reales.
Un dÃa que volvÃa al departamento desde el trabajo, vi una mujer un poco menor que yo afirmándose en el pasamanos del Metro. Lo que habÃa escrito en su puño no podÃa dejar de llamarme la atención: "IDIOTA". Me dio pena y lata. Lata, porque por culpa de un tarado bineuronal de esos que siempre deambulan por ahà -y que con una neurona caminan y con la otra miran potos-, la mina le está tirando la mala onda a medio mundo, y justo en la tarde de regreso a casa, justo a la hora en que uno no quiere más mala onda de nadie. Y pena, porque me imaginé tras su cara -y su puño gritandole idiota al mundo- a una mujer sola. Una mujer que se las da de fuerte y que se autoconstruye una coraza con su puño como una suerte de defensa psicológica. Me gustarÃa pensar en que algún dÃa, si no la ha tenido, que tenga la oportunidad de conocer a un hombre decente que nos deje de cagar la reputación al gremio.
Usar el pasamanos es una experiencia incómoda. No sé si horrenda de incómoda, pero anda cerca. Porque uno siempre trata de no llevar a pasar la mano del otro, ni siquiera de rozarla. Peor si la otra persona es del mismo sexo que uno. Ahà surge una repulsión mutua. En realidad va más allá de fijarse de la otra mano: ambos están preocupados de no pasarse de estación, de que no les metan las manos a los bolsillos, de evitar malos alientos, quedar bajo una axila maloliente o tras una camisa transpirada... y de no toparse con la mano del otro. O sea, si ya andar en Metro con todo eso es nauseabundo, súmale el pasamanos.
Pero volvamos a lo que trata esto: las mujeres. Rara vez suele pasar, pero una vez me ocurrió. La mina con la que compartÃa pasamanos, más o menos de mi edad, pese a que el tren se movÃa y frenaba y arrancaba y todo eso, extrañamente no estaba ni ahà con toparse con "mi" mano. Y era yo el que le hacÃa el quite. Y le hacÃa el quite porque ya tengo -y ojalá no se malinterprete- mi pequeña historia.
Para contar mi historia, tendrÃa que retroceder al séptimo básico. Yo tomaba la micro 136 que me dejaba en el centro. Una cuadra antes, una "niñita" del Liceo 1 tomaba la misma micro y más o menos a la misma hora. Ella me conocÃa de vista. Yo ni tanto. De vuelta, a la hora de bajarme, me tomo del pasamanos de la puerta trasera, y justo quedo al lado de ella. Se da vuelta y me dice: "¡No me tomes la mano!". Yo me quedé inmóvil al comienzo, pero por suerte era hora de bajar de la micro. Y me quedé pensando en eso las dos cuadras que quedaban camino a mi casa.
Y a la niñita del Liceo 1 que compartió el pasamanos conmigo no la vi más. Lo juro. Fue como si me hubiera gritado un "¡Idiota!" en mi cara.
(*) Esta es una historia de ficción basada en hechos reales.

![]() |
Bajar capÃtulo (mp3)
Feed RSS
Feed para iTunes (requiere tener instalado iTunes)
Revisa más capÃtulos
Don Podcast en Spreaker
El Spot del Recuerdo: Centro de Compras Ripley (1985)
- Por William Hernández F.
- marzo 18, 2015
A ver... ¿Decir "centro de compras" no es lo mismo que shopping center? SÃ, hubo un tiempo en que traducÃamos todo, hasta los nombres de los cassettes de artistas foráneos que venÃan a Chile. Sin embargo el concepto "shopping center" ya existÃa en 1985 con el Parque Arauco, aparecido 3 años antes y que se hacÃa llamar asÃ. ¿O Ripley habrá tenido ese delirio de grandeza de creerse el cuento y ser un shopping center en sÃ? ¿ExistÃa el concepto de "multitienda" en ese tiempo? Falabella era Falabella... y a lo más se hacÃan llamar como "tienda". ParÃs era en esos años "Almacenes ParÃs", y con lo de llamarse "almacenes" estaba lista. Incluso La Polar era La Polar y punto, lo mismo que la desaparecida Muricy. Pero Ripley no se hacÃa llamar "tienda", ni se presentaba como Ripley a secas. Se inventaron una denominación, pero agrandada: "centro de compras". Curiosamente, hoy en dÃa sólo se hacen llamar Ripley, mismo camino que tomaron todas las demás tiendas, incluso la antigua "Almacenes ParÃs" que se acortó el nombre, dejando en el pasado el término "almacenes", y qué decir del que tenÃa en sus comienzos, "mueblerÃa".
"Un estilo de vida mejor". A crédito, en cómodas cuotas, claro.
"Un estilo de vida mejor". A crédito, en cómodas cuotas, claro.

El Spot del Recuerdo Internacional: Morton's Potato Chips con The Carpenters (1971)
- Por William Hernández F.
- marzo 17, 2015
El duo musical norteamericano The Carpenters realizó algunos comerciales durante su carrera. Pocos, pero hizo. Y de entre esos pocos, fue que en una de las giras mundiales, en su paso por Canadá, grabaron las tomas para este spot, talvez el que más repercusión tuvo. El asunto es que Morton's Potato Chips, una compañÃa fabricante de papas fritas de Texas, tenÃa en mente crear un spot publicitario para el cual tenÃan ya la música. Faltaban las voces. Entonces pensaron en The Carpenters. La melodÃa estaba sospechosamente compuesta para calzar con el sonido del duo. Es facil deducir que fue cosa de tiempo para que la iniciativa se materializara y apareciera en TV y radio norteamericanas esta "creación" musical publicitaria.
Y asà fue que Morton's llegó a ser muy popular en su tiempo, entre otras cosas, por este comercial.
Véalo, escúchelo, note los efectos, y viaje en el tiempo.

El Spot del Recuerdo: Margarina Banda Azul (con Los Venegas)
- Por William Hernández F.
- marzo 14, 2015
Y llegó la democracia. La alegrÃa, esa todavÃa no, pero al menos llegó un nuevo aire a la tele. Y con ello, Los Venegas.
Por más de una década creÃmos que Los Venegas, sitcom insigne de las tardes en el canal vetado, era una entelequia incombustible. Si hasta la "Martita", acérrima fan de la serie, pidió que no la sacaran del aire. Y anda a llevarle la contra a la primera dama. El asunto es que los personajes crecieron, se casaron, armaron su cuento, y hubo un momento en que nadie atinó a hacer un párele. ¿De dónde sacas creatividad para producir un capÃtulo diario (lunes a viernes) por más de una década? Recordado (por su ausencia) el famoso "Memito" o "Memo", el hijo menor de la familia, que cuando salió de la enseñanza media no se le vio más. Es que entró a estudiar IngenierÃa. Recuerdo que lo nombraban a ratos en los pasquines de IngenierÃa de la UC. Me llevaba algunas generaciones de diferencia. Nunca me lo topé en un curso eso sÃ. En los últimos años por lo único que valÃa la pena ver Los Venegas era por el "Compadre Moncho", otro incombustible, personificado por el actor Adriano Castillo, a quién de paso se le podÃa ver cuando habÃa reunión de apoderados en el Instituto Nacional, más o menos en el tiempo que estudié ahÃ, y otras veces en el Metro de la Universidad de Chile. Mi vieja un dÃa lo vio en el Metro. Lo encontró "sobrado".
Durante los primeros años, Los Venegas la llevaron en mala. Tanto asà que alcanzó el vuelito para hacer comerciales como éste de Banda Azul. Hoy, sin publicidad, Banda Azul aún existe, pero ya no es como antes, y no me refiero a la calidad. Aunque quién sabe...
Los primeros años, esos sà eran buenos tiempos. El cuento es cuándo decir basta.
Por más de una década creÃmos que Los Venegas, sitcom insigne de las tardes en el canal vetado, era una entelequia incombustible. Si hasta la "Martita", acérrima fan de la serie, pidió que no la sacaran del aire. Y anda a llevarle la contra a la primera dama. El asunto es que los personajes crecieron, se casaron, armaron su cuento, y hubo un momento en que nadie atinó a hacer un párele. ¿De dónde sacas creatividad para producir un capÃtulo diario (lunes a viernes) por más de una década? Recordado (por su ausencia) el famoso "Memito" o "Memo", el hijo menor de la familia, que cuando salió de la enseñanza media no se le vio más. Es que entró a estudiar IngenierÃa. Recuerdo que lo nombraban a ratos en los pasquines de IngenierÃa de la UC. Me llevaba algunas generaciones de diferencia. Nunca me lo topé en un curso eso sÃ. En los últimos años por lo único que valÃa la pena ver Los Venegas era por el "Compadre Moncho", otro incombustible, personificado por el actor Adriano Castillo, a quién de paso se le podÃa ver cuando habÃa reunión de apoderados en el Instituto Nacional, más o menos en el tiempo que estudié ahÃ, y otras veces en el Metro de la Universidad de Chile. Mi vieja un dÃa lo vio en el Metro. Lo encontró "sobrado".
Durante los primeros años, Los Venegas la llevaron en mala. Tanto asà que alcanzó el vuelito para hacer comerciales como éste de Banda Azul. Hoy, sin publicidad, Banda Azul aún existe, pero ya no es como antes, y no me refiero a la calidad. Aunque quién sabe...
Los primeros años, esos sà eran buenos tiempos. El cuento es cuándo decir basta.

![]() |
Hasta no hace mucho nos reÃamos de lo absurdo. Hoy un discurso contestatario se transforma en rutina de un humor enmarcado en una mal llamada comedia stand up y es premiado. ¿Crecimos como sociedad? ¿Evolucionó el humor por buen camino? ¿Aprendimos a reirnos de nuestros propios problemas?
Bajar capÃtulo (mp3)
Feed RSS
Feed para iTunes (requiere tener instalado iTunes)
Revisa más capÃtulos
Don Podcast en Spreaker
CapÃtulo III
- Igual me meto a veces a Tinder - le dije.
- ¿Y te sigue pasando eso que me contaste la semana anterior?
- Un poco. Pero ahora ya con menos esperanzas.
- ¿Y por qué?
- Es que descarto gente por linda. Por alta. Por flaca. Igual suena raro.
- Entonces... ¿sigues pensando en que eres un torrante?
- No deberÃa. Ya lo sé y lo hablamos hace mucho tiempo y varias veces. Es sólo que ya conozco a las de su clase. Cuicas. Y aunque no pensara eso y no hubiera pasado por eso, sigo pensando en que puedo tener un cartón muy bueno en una universidad muy buena, pero hay algo que no tengo. Seguramente cualquiera de ellas además de ser profesional, tener un buen pasar y todo eso, tienen toda una tradición familiar hacia atrás. Sus padres fueron profesionales, sus hermanos estudian y sus abuelos probablemente también fueron profesionales. Se juntan entre ellos... todo eso.
- Te sientes un torrante.
- Pero dime dónde voy a encajar en todo eso. Cuando tenga que presentarle a la familia, qué voy a hacer.
- Y tu hermana...
- Mi hermana tiene menos cartón que yo y se metió a pololear con un alemán. Y le presentó a la familia y él también le presentó a la suya. Viven en una casa grande, bonita.
- Entonces... ¿por qué tu hermana sà y tú no?
- Es que los europeos son de otra cultura. No tienen prejuicios como aquÃ. Y mi hermana es aspiracional. Es otra cosa.
Ya era la hora y le paso la hoja del seguro para que ella la llene. Me la devuelve.
- Pide que te la timbren - me dice.
Mi psicologa se despide con un chao. Vuelvo al mesón de recepción, le paso a la secretaria la hoja del seguro y el cheque. Me entrega la boleta. Le pregunto si ya está tomada la hora para el próximo viernes, aunque la pregunta es innecesaria, ya que quedó para siempre la consulta fijada el mismo dÃa de la semana y a la misma hora. Meto la boleta rápido a una carpeta, cierro el bolso, y salgo de la consulta hacia la estación Escuela Militar. A ver gente linda.
(*) Esta es una historia de ficción basada en hechos reales.
- ¿Y te sigue pasando eso que me contaste la semana anterior?
- Un poco. Pero ahora ya con menos esperanzas.
- ¿Y por qué?
- Es que descarto gente por linda. Por alta. Por flaca. Igual suena raro.
- Entonces... ¿sigues pensando en que eres un torrante?
- No deberÃa. Ya lo sé y lo hablamos hace mucho tiempo y varias veces. Es sólo que ya conozco a las de su clase. Cuicas. Y aunque no pensara eso y no hubiera pasado por eso, sigo pensando en que puedo tener un cartón muy bueno en una universidad muy buena, pero hay algo que no tengo. Seguramente cualquiera de ellas además de ser profesional, tener un buen pasar y todo eso, tienen toda una tradición familiar hacia atrás. Sus padres fueron profesionales, sus hermanos estudian y sus abuelos probablemente también fueron profesionales. Se juntan entre ellos... todo eso.
- Te sientes un torrante.
- Pero dime dónde voy a encajar en todo eso. Cuando tenga que presentarle a la familia, qué voy a hacer.
- Y tu hermana...
- Mi hermana tiene menos cartón que yo y se metió a pololear con un alemán. Y le presentó a la familia y él también le presentó a la suya. Viven en una casa grande, bonita.
- Entonces... ¿por qué tu hermana sà y tú no?
- Es que los europeos son de otra cultura. No tienen prejuicios como aquÃ. Y mi hermana es aspiracional. Es otra cosa.
Ya era la hora y le paso la hoja del seguro para que ella la llene. Me la devuelve.
- Pide que te la timbren - me dice.
Mi psicologa se despide con un chao. Vuelvo al mesón de recepción, le paso a la secretaria la hoja del seguro y el cheque. Me entrega la boleta. Le pregunto si ya está tomada la hora para el próximo viernes, aunque la pregunta es innecesaria, ya que quedó para siempre la consulta fijada el mismo dÃa de la semana y a la misma hora. Meto la boleta rápido a una carpeta, cierro el bolso, y salgo de la consulta hacia la estación Escuela Militar. A ver gente linda.
(*) Esta es una historia de ficción basada en hechos reales.
