En la segunda mitad de los noventas, La Red consideró interesante meterse a hacer televisión de entretención los sábados por la noche. El Sótano, un espacio que se atrevió a mover la frontera de lo permitido, al mando de un músico trasandino tratando de encontrar mejor suerte, hoy en Directo en el Carnet. 

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Ayer, con David Gates de telón de fondo, tocó despedir las redes sociales. 

Lo curioso es que lo que detonó finalmente dejar de usarlas no fueron los contenidos ni la toxicidad esparcida por quienes, de lado y lado (sí, de lado y lado) construyen su mensaje a punta de odio o fanatismo para conseguir un par de clics más. Fue la ansiedad. Esa ansiedad que te controla la mente, que te hace volver cada dos horas a ver si ha pasado algo o si esa persona que te interesaba te aceptó. Y, como de costumbre, y como ha sido mi historia, todo terminó de la peor forma. 

Dedicar años a recordar cosas viejas usando redes sociales, no fue del todo una pérdida de tiempo. Volver en el pasado, a donde uno fue feliz, fue algo que me permití hacer y que le regalé a quienes pasaron por allá. Lo bueno fue que no estaba solo y, cuando los de siempre dejaron de venir aquí, encontré a otros por allá. Hasta que llegó un momento en que, al hacer el balance de lo bueno y lo malo, no dieron las cifras.

Mis redes personales desaparecieron. Las de este boliche, quedarán como archivo. Cerrar todo y dejar aquí todos los videos rotos de Instagram que van de este año sería hasta ridículo. Patético. Como armar un show tonto, cuando la solución, al menos en los papeles, era más fácil: simplemente, dejar de usar. 

Nadie cachó que allá por ahora se terminó todo. Ya lo notarán. 

"...and remember, goodbye doesn't mean forever..." 

Dicen que dejar una esperanza duele menos. 

La Limón Soda, que había sido por harto rato un producto bien “meh” y secundario, de pronto es comenzada a poner “de moda”. El “réclame” de la micro debe ser, por lejos, su spot mejor recordado de esa época. Juntemos el que se suponía era un “school bus” gringo desechado (una micro Ovalle Negrete o Recoleta Lira estaba mucho más a la mano, pero publicidad pirula así que voh dale), un grupo de modelos sacado de no sé qué olimpo, y pongamos a los modelos manos a la obra para rescatar una cacharra que estaba pa’ botarla y convertirla en un bus juvenil con toda la onda. 

La publicidad lo aguanta todo. 

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Habían pasado algo más de dos años desde la desaparición de la Pepsi del mercado chileno, y ahora que una nueva compañía se hacía cargo, había que golpear con todo. Un litro y cuarto (al precio normal de 1 litro) era la nueva promesa, y para graficarlo fueron directos: era como si esa botella individual efectivamente te la estuvieras llevando gratis. Y con tapa rosca, que no era común en botellas que no fueran la desechable de 2 litros. En ese tiempo hasta llevaron camiones de Pepsi a los barrios a ofrecerle a la gente los pack de 2 botellas de 1 1/4 litro (no gratis, claro, pero se pegaron tamaño show). 

La Pepsi lo dio todo en la cancha. Y fue batatazo. Al punto que la Coca-Cola, en Santiago y las escasas ciudades donde ese año había vuelto la Pepsi, quedó opacada y desplazada como no lo hemos vuelto a ver nunca. Era realmente triste ver, por ejemplo, a un Coco Legrand, sin parafernalia, ni siquiera con música de fondo, promocionar Coca-Cola en la tele, en pleno boom de la Pepsi. Fue un momento muy extraño para estar vivo. 

A los pocos meses, ya empezábamos a ver en la tele todas las publicidades de Pepsi que nos perdimos. Y, de paso, la botella de litro y cuarto la copiaron todos y al poco rato llegaron las botellas de litro y medio, y así se comenzó a dar la guerra de las colas versión criolla de qué empresa lanzaba la botella más grande.

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Corría la era ochentosa y el recinto FISA de Maipú (hoy Parque Cerrillos) cobraba auge cada vez que abría la FISA y, en otra fecha, como una feria “hermana”, la “Feria del Hogar”. Muchos la recordamos como un imperdible de la época, en donde se podía encontrar de todo para la casa, desde un pelador de papas hasta novedades en electrodomésticos y cosas así. Recuerdo que alguna vez hubo hasta cassettes y discos de música. 

Lamentablemente, la Feria del Hogar tuvo mucho efecto cabro chico: lo que recordábamos como top, hoy lo veo y me parece tan pobre. Había hasta un marionetero y gente mirándolo como si fuera la gran cosa, poh. 

Pero lo que estaba quedando como un recuerdo, terminó en la infamia: La Polar, como si sus repactaciones unilaterales y su ropa pirata fueran poco, cuenta también en su historia con haber comprado la marca y haber lanzado alguna vez su propia “Feria del Hogar”, con noteros de los matinales y todo, para lo que no era más que otra liquidación que, abusando de la nostalgia, como empresa china que compra una marca antigua caída en desgracia, tratara por nostalgia de vendernos algo. 

La Polar, quisiste revivir la Feria del Hogar, pero la liquidaste. Literal. 

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En la era ochentosa pasaban en la tele un spot de perfume que mostraba mujeres de todas las edades, felices, plenas o exitosas, asociándoles el "ser Charlie", excepto la última, una niña, de la que la voz en off decía "ella... quisiera ser Charlie cuando crezca". Una niña que en su inocencia no se imagina los sinsabores e injusticias de la vida adulta. Cuando niños veíamos todo más simple y, si lo podías soñar, lo podías tener.

Hoy, más de treinta años después, "ser Charlie" ya nos parece, visto como la felicidad, la plenitud y el éxito, cosas que los "grandes" deseaban para sus hijos, pero que muchos de nosotros ya no logramos, o al menos, no en la medida que lo deseamos. Y como no lo logramos, por el motivo que sea, tratamos que nuestra descendencia "no viva las mismas pellejerías", como decía un comediante nacional por aquella época. Los llenamos y sobreprotegemos con cosas que nosotros pensamos que son indispensables y que no tuvimos: psicólogos, un buen jardín infantil o un buen colegio, un montón de cuidados y, después de ver un video tras otro en redes sociales de autoproclamados nutricionistas descuerando medio supermercado, les llenamos sus mochilas con colaciones saludables y agua en Tetra Pak.

Y el niño sólo quería ser niño. 

Hay pocos jingles tan o más recordados que éste:

(ella) Un hombre nunca olvida
(él) a la muje-er
(ambos) que le hace sentir lo que vale 🎶 

Millionaire fue uno de esos auspicios icónicos de la tele y el cuento tras vender estas colonias era el de regalarle algo a su masho que le haga saber “lo que él vale”. Y ahora que lo pienso, se me hace muy parodiable. ¿Nunca el Jappening subió esto al columpio? Y todo culminado por el cantito al final: 🎶 de Mennennnnnn… 🎶. Se permiten basuritas en el ojo y carreritas a buscar pañuelos. Vaya no mah, con confianza.

* Emitido en 1991. Tengo que hacer la aclaración porque el jingle y la campaña duraron muchos años, y ya conozco lo obses que son con las fechas. Ya los tengo cachaoh.

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En la era noventosa, por alguna razón, los alfajores se comenzaron a poner demasiado de moda. Después de haber sido una golosina cara, los vendían hasta en la micro. Y ahí salió Dos en Uno inventando algo para salir jugando: Rol-Top. Había que vender la idea (al menos, la idea) de que el producto era muy bueno, y no encontraron mejor manera que presentarlo rivalizando (y ganando) a los que presumían de ser los mejores, los alfajores argentinos, al punto de llegar a confundir a un argentino experto que, supuestamente, se daba cuenta, después de revisar el envase, de que su alfajor argentino favorito, en realidad era chileno. Obviamente que era un cuento de fantasía: era sólo un personaje creado para el comercial. Al final este spot tuvo mucho, demasiado, toneladas de jaja… ya que al año siguiente se concreta la compra de Dos en Uno por parte de la argentina Arcor, quienes hasta la actualidad siguen siendo los dueños, al punto que redujeron la presencia del nombre “Dos en Uno” a la mera marca en algunas pocas líneas de productos y, si es que, a la razón social de la fábrica en Chile. Como que alguien, antojadizamente, podría pensar que Arcor no aguantó la idea de ser superado por una compañía chilena, así que vino y la compró. Obvio que es una tontera. Rol-Top era uno de los tantos alfajores en el mercado, y si creíste de veras que era el mejor, probablemente compraste la fantasía, agrandada y con papas y bebida jumbo. 

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En la era ochentosa había cosas que no se podían elegir mucho. Una de ellas era el pollo. Ya había varias marcas, pero el escenario al llegar a un almacén o carnicería no daba muchas opciones: se llevaba del pollo que hubiera. Por lo mismo, ya no tenía mucho sentido promocionar Ariztía o Super Pollo (o el que tocara). Así que, por lo mismo, los productores de pollo se juntaron bajo la campaña de “Coma Pollo”. Y entre las cosas que inventaron estuvo la de vender pollo trozado. Al comienzo no era popular. Las soas de la época, cuando querían ahorrar, y por costumbre, compraban pollo entero. Al final la comodidad ganó y el pollo trozado ahora es mucho más común. Y con un jingle, como tantos, que no era ninguna maravilla, pero que fue fruto de una época en que los “réclames” eran abordados como verdaderos musicales. 

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