Capítulo II
Fui a Mafalda. Pero a ratos lo que menos ví fue Mafalda. No porque no estuviera. Su presencia era contundente y había hasta monos gigantes. Más bien a ratos veía a la gente. Más que a ratos, casi todo el tiempo. Pude notar que muchos eran habitués de este tipo de exhibiciones. Eso me era extraño. A estas cosas no iba a menos que fuera con otra gente. En los tiempos pre-Facebook, pre-Twitter y pre-demases, cuando uno conocía gente por blog, fui a alguno de estos lugares. De las cosas que vi en esos tiempos ya no me acuerdo, sólo recuerdo que visité parques, plazas y algunos museos. Era una época bonita en que aún uno podía echar a volar la imaginación y pensar que quizá tras esa acompañante estaba mi compañera para el resto de mi vida. A ratos salía de mis volteretas mentales y veía la gente que iba a ver la exposición. Jugaba al Tinder en la vida real. A veces me da por eso cuando voy en el Metro o cuando voy por la calle. Bajo este superficial criterio, en la exposición vi de todo. La cara de alguien o su postura corporal, pienso, podrían tener mucho que ver con la personalidad. Pero, a lo que vinimos, pensé. Recorrí el lugar y me olvidé hasta del día y la hora. O sea, lo que hace la gente normal, no como uno que se habituó a vivir al día y programándose los horarios todo el tiempo.
Cuando me iba, aparece tras de mí una niña, la verdad, con algo así como unos 4 o 5 años menos que yo, de acuerdo a mi -distorsionada- percepción de edades. Talvez hasta llamarle "niña" sea una distorsión. A esa edad ya todas son mujeres hechas y derechas. El cuento es que me salté la adolescencia. Viví una "media-adolescencia". Haber pasado 6 años de mi vida en colegio de hombres, perdiéndome lo mejor de esa edad... Así que a ratos pienso que vivo mis etapas atrasadas. El carnet pide otras cosas. Pero, sea como sea, niña o mujer, me llama como haciéndome señas.
- Toma, se te cayó...
- Gracias...
La verdad es que era la boleta del supermercado del día anterior. ¿Qué valor podría haber tenido una boleta? Si sólo es de comida, nada. Pero había provocado que alguien, allá afuera, quisiera interactuar conmigo. Ella no era muy agraciada ni se sacaba mucho partido. Era más bien flaca, con un rostro algo tosco, un poco más alta que yo, pero con un tatuaje en la espalda. Siempre que veo a alguien con un tatuaje y que ya dejó de ser adolescente, me imagino su pasado. No sé por qué. Siempre que veo a una mujer más alta se me hace una persona imposible de alcanzar. Linda, fea o como ella, da igual. De su bolso saca un paquete abierto de gomitas dulces. Me pasa una. Vuelvo a agradecer. Me quedo detenido en el lugar. Ella sigue, acompañando a su amiga. Por un momento pensé que no sería una idea tan loca andar siempre con una boleta de supermercado y dejarla caer cuando se diera la ocasión. Así como antaño hacían las damas de esos tiempos cuando pasaban al lado de un caballero que les atraía, dejaban caer un pañuelo al suelo como pretexto para iniciar una relación. Antes funcionaba eso. Ahora la gente desconfía.
La niña de ese día al parecer no desconfió. Pero, para que me vuelva a pasar...
(*) Esta es una historia de ficción basada en hechos reales.
Cuando me iba, aparece tras de mí una niña, la verdad, con algo así como unos 4 o 5 años menos que yo, de acuerdo a mi -distorsionada- percepción de edades. Talvez hasta llamarle "niña" sea una distorsión. A esa edad ya todas son mujeres hechas y derechas. El cuento es que me salté la adolescencia. Viví una "media-adolescencia". Haber pasado 6 años de mi vida en colegio de hombres, perdiéndome lo mejor de esa edad... Así que a ratos pienso que vivo mis etapas atrasadas. El carnet pide otras cosas. Pero, sea como sea, niña o mujer, me llama como haciéndome señas.
- Toma, se te cayó...
- Gracias...
La verdad es que era la boleta del supermercado del día anterior. ¿Qué valor podría haber tenido una boleta? Si sólo es de comida, nada. Pero había provocado que alguien, allá afuera, quisiera interactuar conmigo. Ella no era muy agraciada ni se sacaba mucho partido. Era más bien flaca, con un rostro algo tosco, un poco más alta que yo, pero con un tatuaje en la espalda. Siempre que veo a alguien con un tatuaje y que ya dejó de ser adolescente, me imagino su pasado. No sé por qué. Siempre que veo a una mujer más alta se me hace una persona imposible de alcanzar. Linda, fea o como ella, da igual. De su bolso saca un paquete abierto de gomitas dulces. Me pasa una. Vuelvo a agradecer. Me quedo detenido en el lugar. Ella sigue, acompañando a su amiga. Por un momento pensé que no sería una idea tan loca andar siempre con una boleta de supermercado y dejarla caer cuando se diera la ocasión. Así como antaño hacían las damas de esos tiempos cuando pasaban al lado de un caballero que les atraía, dejaban caer un pañuelo al suelo como pretexto para iniciar una relación. Antes funcionaba eso. Ahora la gente desconfía.
La niña de ese día al parecer no desconfió. Pero, para que me vuelva a pasar...
(*) Esta es una historia de ficción basada en hechos reales.

![]() |
¿Alguna vez te has sentido (o te han hecho sentir) como un delincuente? Yo sí, y varias. Ahora desclasifico las dos peores.
Bajar capítulo (mp3)
Feed RSS
Feed para iTunes (requiere tener instalado iTunes)
Revisa más capítulos
Don Podcast en Spreaker
![]() |
Dedito a la izquierda, dedito a la derecha. Corazon o cruz. Criterios cuerdos y criterios raros. Malas experiencias que es preferible evitar. Una cara que habla. Un espacio, por qué no, a la amistad. Por qué todo tiene que ser amor.
Bajar capítulo (mp3)
Feed RSS
Feed para iTunes (requiere tener instalado iTunes)
Revisa más capítulos
Don Podcast en Spreaker
Capítulo I
- ¿Y fuiste a Mafalda?
- No... es que iba a ir el domingo en la mañana y desperté tarde. Desperté como a las 2...
- ¿Y en qué quedamos?
- Ya...
- Si quieres que las cosas cambién, empieza por cambiar algunas cosas tú. ¿De qué sirvió lo que hablamos? ¿De qué sirvieron los cafés? Escúchame. Yo te necesito al cien por ciento. Yo te necesito para sacar los temas, para que podamos hacer cosas. Yo confío en tí para sacar nuestros temas, porque tú tienes experiencia, conoces el negocio. Yo no puedo confiar tanto en él. Lleva menos tiempo. En cambio en ti sí...
- Es que son otras cosas. Ya no me siento bien aquí. Siento como que se acabó la buena onda. La veo siempre enojada, siento que no le estoy cumpliendo. Y yo también siento que no me estoy cumpliendo a mí mismo. Yo antes era otro. Yo era feliz trabajando aquí. Pero ya después de 6 años en que no ha cambiado nada...
- Pero por eso. Por eso que no te puedes quedar sin hacer nada los fines de semana. Aprovecha de distraerte. Anda a lo de Mafalda. El lunes te voy a preguntar si fuiste.
- ...y en una de esas paseando por ahí conozco al amor de mi vida, ¿cierto?
- ¿Por qué no? - dijo ella - Y ahora acompáñame a buscar café.
- No... es que iba a ir el domingo en la mañana y desperté tarde. Desperté como a las 2...
- ¿Y en qué quedamos?
- Ya...
- Si quieres que las cosas cambién, empieza por cambiar algunas cosas tú. ¿De qué sirvió lo que hablamos? ¿De qué sirvieron los cafés? Escúchame. Yo te necesito al cien por ciento. Yo te necesito para sacar los temas, para que podamos hacer cosas. Yo confío en tí para sacar nuestros temas, porque tú tienes experiencia, conoces el negocio. Yo no puedo confiar tanto en él. Lleva menos tiempo. En cambio en ti sí...
- Es que son otras cosas. Ya no me siento bien aquí. Siento como que se acabó la buena onda. La veo siempre enojada, siento que no le estoy cumpliendo. Y yo también siento que no me estoy cumpliendo a mí mismo. Yo antes era otro. Yo era feliz trabajando aquí. Pero ya después de 6 años en que no ha cambiado nada...
- Pero por eso. Por eso que no te puedes quedar sin hacer nada los fines de semana. Aprovecha de distraerte. Anda a lo de Mafalda. El lunes te voy a preguntar si fuiste.
- ...y en una de esas paseando por ahí conozco al amor de mi vida, ¿cierto?
- ¿Por qué no? - dijo ella - Y ahora acompáñame a buscar café.

![]() |
Bajar capítulo (mp3)
Feed RSS
Feed para iTunes (requiere tener instalado iTunes)
Revisa más capítulos
Don Podcast en Spreaker
![]() |
Para comenzar, una pequeña pincelada de historia. Sony partió de los escombros dejados por la guerra. Japón fue masacrado en la II Guerra Mundial. Los inicios fueron en 1946, año en que uno de los fundadores, Masaru Ibuka, montó una tienda de reparación de radios en Tokyo. Luego se le unió Akio Morita y estos dos fundaron la compañía Tokyo Tsushin Kogyo (lo que en español se traduciría algo así como "Corporación de Ingeniería de Telecomunicaciones de Tokyo"). Paradójicamente, uno de los primeros productos fue una arrocera. Fue un fracaso: quemaba el arroz. Sin embargo, el tiempo los llevaría a otras cosas. Construyeron la primera grabadora de sonido en cinta de Japón en 1950, la "G-Type", que usaba precisamente una invención también de ellos, la "Soni-Tape" creada un año antes, luego de varios intentos de desarrollo a base de prueba y error para llegar a crear un soporte idoneo. Luego surgieron los radios de transistores (el primer modelo comercial fue la TR-55 de 1955), una idea que a oidos de las potencias occidentales era inviable. Hasta que llegamos a los televisores, y ya a comienzos de los sesentas, Sony era potencia fabricante de televisores en Japón.
Curiosamente, la idea del Chromatron no fue de Sony. Lo que realmente hubo fue una presión de los distribuidores por tener cuanto antes la TV en color de Sony. Ello se tradujo en una presión desde ventas hacia el departamento de ingeniería de la compañía japonesa para simplemente comprar una licencia de la tecnología de facto de TV color, la "shadow-mask" desarrollada por RCA. Ibuka se negó hasta el final, aduciendo que era una tecnología fallida, casi por sentimiento personal. Tan equivocado no estaba: la televisión en color de aquella época, más precisamente la parte que corresponde al aparato receptor, debido a la limitación que imponía la shadow-mask (que no era más que una capa metálica con agujeros) filtraba el 75% de los electrones disparados hacia la pantalla, resultando en una imagen deslucida, por lo que se requería una gran cantidad de electrones para lograr una imagen brillante.
Ibuka quería en el fondo algo único, que no lo tuviera el de al lado. Típico de Sony.
En marzo de 1961, nuestros fundadores junto a un señor de nombre Nobutoshi Kihara (un ingeniero destacado de Sony, quien fuera más tarde el inventor del Walkman, pero ese es cuento aparte) visitaron el IEEE Trade Show de ese año en New York. Kihara vio una demostración en un pequeño stand de Autometric, una compañía salida de Paramount Pictures en aquella época, de un TV que usaba la tecnología Chromatron y entusiasmado, llamó a Ibuka y Morita a verlo. A la mañana siguiente, y luego de una reunión en los laboratorios Chromatic de Manhattan, Morita se había asegurado una licencia. Esto derivó hacia 1963 en la transferencia de la tecnología Chromatron a Sony y el cierre de dichos laboratorios. Lo curioso fue que en ese mismo momento los ingenieros americanos le advirtieron al enviado de la japonesa de las fallas de diseño del Chromatron y su inviabilidad práctica.
![]() |
Fabricación del Chromatron en una fábrica de Sony, 1966. |
El ultimatum vino en noviembre de 1966 desde el área comercial. Si las ganancias no mejoran, Chromatron se acaba.
![]() |
Televisor Sony Chromatron exhibido en el museo de Sony en Tokyo. |
Como dicen por ahí, si quieres algo bien hecho, hazlo tú mismo.
Y si entiendes inglés y te interesa el tema, te dejo la historia de Sony.