
En la universidad tenÃa una compañera a la que jamás le simpaticé. Y no la culpo. Aunque era enferma de cuica, siempre le di motivos para que me odiara. O llegaba yo irrumpiendo con una boludez mientras se discutÃan cosas más importantes, o me tomaba permisos que no correspondÃan, o definitivamente mi sola ordinaria presencia hacÃa la magia. Nunca en los tres o cuatro años que tuve que verla me regaló una sola sonrisa, ni un saludo, nada. Llegué a conocerla por otro compañero, pero fue durante una reunión de lista de centro de alumnos, unos meses después, cuando me invitaron a subir a la nieve, cuando en definitiva supe datos tan básicos como su nombre.
Talvez ella sea la primera persona que me hizo pensar en que, por mucho que pretenda dar una imágen de persona amable, hay casos que son sencillamente imposibles. Es un cliché, pero que mierda: uno no le puede simpatizar a todo el mundo.
A partir de mañana tengo que volver a hacer el esfuerzo de simpatizarle a todos, aunque ya sepa que eso es imposible, aunque esté convencido de no querer destinar esfuerzos a ello.
No vale la pena amargarse el mate por una cuica idiota.