Prende la Tele: ¿Quién dijo que Jorge Castro de la Barra hace infomerciales al lote? (2003*)
- Por Preto
- enero 12, 2025
Y así como, si no tiene una tremenda mancha de aceite en el piso, no es taller mecánico, o si no hay una tapa de Coca-Cola en la pata coja de alguna mesa, no es picada, si no tiene al de turno derramando o rompiendo algo con rebosante alharaca, no es infomercial. Que no se diga que Jorge Milton Castro de la Barra hacía infomerciales al lote. Porque ocupaba cada recurso del género, incluyendo ése. Sí, ése, el del que da vuelta lo involteable o rompe lo irrompible. Torpezas directamente sacadas del manual académico del infomercial. Jorge Milton, de calidad premium y pureza certificada.
Toma eso, The Open Market.
* Corregido, 2003.
[vía]
“La oveja negra”. Antes que Andrés Rillón usara esa frase en un réclame de Winter, decir “la oveja negra” era raro. Era una frase clásica que usaban los más viejos para referirse a alguien de la familia que, a diferencia de su ascendencia, no supo llevar alguna virtud. Pero después del réclame, se convirtió casi en frase de uso común, gracias a que Don Pío la explicó clarito.
Uno de sus tantos arranques de locura promocionando cecinas por la tele, y que curiosamente se recuerda menos de lo que debería. Es que al lado del cuento de la caperucita, o de escalar un edificio para ver por las ventanas de los departamentos si estaban comiendo cecina, o de depositar las mortadelas en el banco y de tantas otras locuras, es que la pelea estaba difícil.
* Emitido en 1993.
[vía]
¡Los Top Five del Preto! Lo más querido del boliche en 2024, según sus "me gusta" en Instagram.
¡Númerooooo 5!
Año 1990, nueva década y en Chile había mucho optimismo. Ya nos llamábamos “los ingleses de Sudamérica” y, véanlo como quieran, pero en Ambrosoli se lo tomaron re a pecho. “Old England Toffee!” gritaba un sujeto muy de mano en pecho, en la caseta de teléfono y con el kilt escocés más auténticos que pudieron conseguir a más de 11.000 kilómetros de distancia. Un clásico que casi pasa al habla común de pequeños estudiantes de básica en todo el país. En realidad, nunca vi eso. Pero hubiera sido divertido.
Ambrosoli quiso que se tomaran la calidad de su toffee muy en serio, así que mostraron su toffee lo más auténtico que pudieron. Porque no, no era una golosina como el Tafi de Dos en Uno. No, sir.
En todo caso tú no te echarías un toffee a la boca cuando estái a punto de hablar por teléfono, ¿no veís que now she enteene naa?
¡Númerooooo 4!
Hace 40 años. Un 3 de septiembre de 1984, nace en UCV TV un programa que logró mucho con muy poco, el Pipiripao. Con un presentador que previamente había hecho casi de todo en el canal porteño: Roberto Nicolini. Ícono generacional para muchos, comandó frente a cámara el salvavidas (y soporte financiero por años) de un canal entero.
“Llegué a leer noticias por el pan de molde”, cuenta Nicolini como prólogo de una historia más larga de lo que se pensaba. El pan de molde era su furgón, un Subarú 600 Carry All que arrendaba con chofer incluido, él mismo, al canal porteño. Y del volante saltó a la fama. Antes de llegar a ser lector de noticias, Nicolini fue productor de prensa, junior del Show de Goles e hizo las notas culturales para Archivo Pop, que conducía Sergio “Pirincho” Cárcamo.
Pero Roberto quería ser animador infantil y lo logró, con algunas coincidencias de por medio. “Tuve un ofrecimiento para reemplazar a Juan Guillermo Vivado en 525 Líneas, del Canal 11, pero no quise”, confiesa. Víctor Bielefeldt, ex director de UCV Televisión, lo confirma: “A Roberto lo hicimos pasar de un programa de conversación que tenía los domingos en la noche, La Buhardilla, a hacer la continuidad en La mano mona de Monona, un programa con dibujos animados. Fue cuando la estación había decidido transformarse en un canal eminentemente para niños”.
(Zona de Contacto de El Mercurio, 24/11/2000)
¡Númerooooo 3!
Mientras en los tiempos actuales le puedes hacer preguntas de conocimiento al computador en lenguaje natural, en la era ochentosa, en “tu canal cerca del mar”, ya soñaban con ello. Así, en el Pipiripao, Roberto Nicolini y el robot Tongas, con ayuda de un Atari, se ocupaban del infinito campo de las dudas infantiles. En el fondo, las respuestas eran frases prealmacenadas en la máquina y programadas por Gastón Centeno, camarógrafo de UCV TV y voz de Tongas en el programa, pero todos queríamos creer que el computador del Pipiripao en verdad tenía inteligencia propia y acceso a bases de conocimiento. Éramos felices sólo con creer.
¡Númerooooo 2!
¿Un obrero de la “contru” cambiándose a una Isapre? Yep. Ocurrió. En la era noventosa, en Cruz Blanca estimaron que había que abrirse con la salud privada y convocar a todo el mundo. A todos, todos, incluyendo personas que ni lo veían como opción. Como Omar Lorca, que aprovechó de operarse del fémur y que quedó caminando derechito. Y, veámoslo porfa, mucho antes de Faúndez, el fabricado personaje maestro chasquilla que pudo subirse a la telefonía celular, con Omar Lorca (que hoy tendría unos 81 años si sigue vivo) tuvimos a un personaje real, con número de contrato y todo. ¿Porque... fue real todo esto, cierto?
Y en eso apareció la parodia de los Atletas de la Risa. Qué te digo. Ojalá los avisos de ahora dieran pa’ parodia.
¡Númerooooo 1!
LA VERGÜENZA DEL AÑO.
¿Una promo desafortunada? No se diga más.
A una marca de yoghurt se le ocurrió la idea de subirse a lo virtual, un concepto que ya había empezado a “tirar pinta” y, en 1995, nos trajo de premio el tristemente célebre Virtual Boy de Nintendo. En Nestlé Chile seguramente dijeron “¿Así que andai regalando Super Nintendos, Soprole? ¡Nestlé no va a ser menos!”
¿Qué pasó con el Virtual Boy? La consola que se suponía iba a ser portátil, tuvo un ciclo de desarrollo en extremo accidentado, fue un desastre tecnológico y comercial, no lograba la experiencia inmersiva que se esperaba, generaba náuseas y por lo mismo no se podía usar más de 15 minutos de corrido, además de ser dañina para niños con su vista en formación.
Apenas 22 títulos hubo en total para esta consola. Fue descontinuada antes del año, en Japón duró meses, no llegó al millón de unidades, y se llegaron a liquidar en Estados Unidos a 50 dólares cada una.
Nada, un desastre con patas. Literal.
[vía]
Hace 30 años, todavía se regalaban tarjetas de saludo a fin de año. Se regalaban demasiadas tarjetas de saludo cada fin de año. Y Village, con buen papel, diseños exclusivos y un aura armada a puro marketing por años, se separaba del mar de tarjetas que había, plantándose como la tarjeta de saludo premium, cuando todavía no manejábamos ese concepto. Al punto de llegar, con este réclame del '93, a hacerte sentir un mal ser humano si no regalabas una Village. ¿No regalaste una Village? Mala persona, mala persona...
[vía]
Sergio Lagos, un periodista atípico, después de pasar por Canal Rock & Pop, consigue entrar a un nuevo canal para seguir haciendo tele. ...
La historia pop del Chile de las últimas décadas que ya no todos comentan. Un podcast que trae a la mesa en cada edición un tema antiguo, olvidado, o a veces, ambas cosas. Televisión, música, personajes... y lo que venga. Un tema a la vez y, obvio, Directo en el Carnet. Suscríbete... para que no te pierdas de nada y no estés a merced de los (no) avisos de la red social santurrona de turno.