Réclame: Drive («Mamá, tú puedes, ¡tú siempre puedes!») (1989)
- Por admin
- septiembre 13, 2025
¡Mamá, tú puedes, tú siempre puedes! Los ruegos de un cabro chico dado a explorar lagos con cocodrilos y sapos gigantes (¡sólo en la tele!), por salvar su camisa scout regalona, son escuchados por una mamá que, no muy convencida, al final logra salvar el día a puro Drive.
Y así, nuevamente, mamá pudo. Como siempre puede.
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¿Y por qué no… si hay Clorets? Eso fue el recurso para comer cualquier cosa antes de la cita, o para tirar la talla en su tiempo. O bien, para hacerle parodia en el Jappening, aunque nunca vi eso. Pero no me sorprendería si ocurrió.
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Rareza. Este no es el osito Ripley, pero muy probablemente fue la primera vez que Ripley metió en alguna parte a un oso. Fue en una promo de fines de los 80s, en un raspe. De ahí, posiblemente, salió la idea del oso. Luego, con el cambio de logo, comenzó a hacerse famoso el osito definitivo, aunque no nació con el nuevo logo, sino antes. Yep, aunque no lo crean, hubo un osito con la R antigua.
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Otro de esos réclames que nos llegaron del otro lado. Con doblaje y una sutil localización, nos cambiaron a Roque por Jose y el tema obviamente era el mismo: Carmela, la señora preocupada por el montón de problemas caseros que todavía no estaban resueltos, y Jose, el marido, un postergador olímpico que ya no aguantaba más. Pero resuelven sus problemas domésticos y de pareja con Fastix.
¿Terapia de pareja? Pa’ los tontos.
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Los Autobots querían llevar los nuevos zapatos Transformers de Bata a la ciudad, ante lo cual los Decepticons plantaron batalla para impedirlo. Pero no contaban con el poder de la planta del zapato Transformers, capaz de hacer rebotar el rayo más poderoso y así, nuevamente, el producto de consumo más inflado de la década (y un par de cabros chicos) salvaron el día.
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«En cualquier momento y en cualquier lugar, te puede agarrar un ¡Tiiiiiiritón!»
Desde el panteón de Savory, nuevamente toca revisar un helado del pasado, con este ¡Tiiiiiiritón! que, según su réclame, era capaz de dejar el despelote supremo en donde fuera. Hasta en un avión. Ya, pero quién pide una torta entera…
Estas cosas ya no se podrían hacer. Todo locura… y casi nada bajo control.
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Si nos decían en la tele que había un producto que era capaz de darnos tranquilidad aún en situaciones límite como, ponte tú, chocar el auto (y sin seguro) y, de paso, poder hacer amigos y ponerse al día con la familia, lo creíamos.
O sea, primero reíamos (y después creíamos).
Un réclame de Armonyl… antes del «guatón, tómate un Armonyl».
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Era mediados de los noventas y ya nos tocaba el turno de recibir una golosina que del otro lado ya llevaba una década entera. «Si quieres llegar al corazón, usa las palabras correctas…» Y así, para engrupir, como un gesto bonito o, en este caso, para que el cabro que dio jugo en la prueba de Matemáticas pueda ganarse a la profe y así subir nota, bien valía regalar un Bon o Bon. O en fin, en un mundo paralelo en que eso funcione con los profes.
Y ya que estamos en esto, obviamente no lo dice su sitio oficial, pero el Bon o Bon fue una idea (fuertemente) inspirada en el Serenata de Amor de Garoto, pero con crema de maní en vez de castaña de cajú para hacerlo más económico. Se lanzó en Argentina en 1984 y el resto es historia.
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Ya, pero ¿y si le hacemos un cuento a la Forte blanca que sacamos? Así con un personaje de fantasía que sea blanco po. ¡Ya séeeee! ¡Blancaforte y los Siete Enanitos!
Y eso, paf y nació Blancaforte.
Digan lo que quieran de la Blancanieves, pero estos enanitos al menos no le dejaron pesadillas a nadie. Jeje.
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La tele a color era el nuevo objeto que todos querían tener y, dentro de ese mundo, que la tele además tuviera control remoto era lo más top de entre lo top. Y entonces sale don Raúl Matas, figura de la tele, promocionando esta tele en la tele. Y con una muy particular razón para preferir una tele con control remoto que no sé si envejeció tan bien… cuatro décadas después. Y no porque el control remoto, que era un «plus», se haya convertido en un esencial hace rato.
Pero qué quieren. Eran los ochentas y queríamos que las máquinas lo hicieran todo. Espera… eso no ha cambiado mucho…
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En 1992 partieron las “micros amarillas”, inicialmente repintando las maquinas antiguas, aunque para fines de la década el recambio estaba casi completo. Y Costa se agarró de ello en el ‘99 para relanzar el chocolate Picnic. Mostrando un antes y un después exageradísimos (para hacerlo divertido) y con un vendedor de micros “reconvertido” y enchulado para calzar con la nueva era, que se «ponía de pie» y se «vestía de etiqueta» para acometer su misión… o sea, subir a las micros a vender Picnic.
Todo esto fue como si hubieran querido mostrar que, por mucho que todo se emperifolle y se le trate de subir el pelo, igual va a quedar algo. Se rieron de todo el submundo de las micros, que al final es donde se terminaba vendiendo su chocolate, en una época en que el comercio ambulante no era tan mal visto.
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