Ese año, la Pepsi lanzó la promo de los lápices porfiados y en mi curso fue furor. Te los canjeabas con 4 tapas más una moneda y había muchos diseños. ¿Lo malo? Su réclame gritón, su inexistente ergonomía para su uso habitual… y que su uso seguro llegaba sólo hasta que nos daba por desarmarlo, ya que la pieza que les daba su gracia, o sea eso de «bailar» sin jamás caerse y siempre apuntar hacia arriba, era un pedazo de literal plomo.
Pero… sobrevivimos.
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