Era la primera mitad de los noventas y, junto con la instalatón de líneas telefónicas fijas que desplegaba la antigua CTC durante esa época, debutaban nuevos servicios, como los buzones de voz conocidos como las «líneas 300», además de otro servicio más orientado a empresas, el «número único». Y, para este último, tomaron prestado al personaje del locutor de radio que presumía de su toque para cautivar a las auditoras, pero que tenía varios números para recibir llamados y era un auténtico corcho mencionarlos uno por uno cada vez.
Al final, el galán del micrófono tuvo su «número único», pero quedaban otros detallitos por pulir...
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