Muchos réclames antiguos no se quedaban sólo en contar una historia, sino que algunos llegaban a manejar niveles de abstracción o metáfora. El huevo que arrancaba del martillo en el réclame de Anacin es pedazo de ejemplo. Lo entendimos todo ¡y nos sentíamos el huevo! El martillo aparecía como la enfermedad fuerte y destructora. Y el huevo, con esa enfermedad encima que lo fragilizaba. Por eso era representado por un huevo, digamos. Y todo con fondos oscuros que, aunque casi lugar común, servía para representar justamente que «no la estábamos pasando bien».
Y qué decir del final. Sólo en la tele.
[vía]
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