Se acerca decididamente a la estructura de un sketch cómico, pero no.
La CTC, iniciando los noventas, se encontraba con todas las ganas de seguir telefonizándolo todo. Los teléfonos públicos, de estar sólo en el centro y un poco más, ahora era posible encontrarlos por todos lados, incluso en el campo y en muchos barrios. Y el volumen y la variedad de los llamados cursados por la red telefónica cada dÃa, pinchando por aquà y por allá, desde muy temprano en la mañana hasta la noche, daba pie a poco menos que verdaderas historias. Si no te comes la comida… ¿Carabineros? ¿Aló? SÃ, yo también te amo, en serio… Ja, ja, ja, ja, no te puedo creer…
Si la idea que inspiró los “zapping” noventosos del Jappening no fue ésta, posiblemente estuvo casi.
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El regreso de las Pildoritas. Hoy: «¡BuenÃsimo!»
En el jurgol, de verdad, se puso todo negro hace rato. Pero el archivo nos entrega esta singular promo de teles LG de tiempos un pelÃn más alegres. La selección chilena se aprestaba a participar en la Copa de Francia ‘98, y en la tele salió esta promo, presentada nada menos que por Leonardo Panetta, periodista argentino que reporteaba sagrada (y poéticamente, muy en su estilo) los partidos del «Matador» Marcelo Salas en el River para Teletrece. La promo consistÃa en la devolución de parte o del total del costo de la tele según cuántos goles hiciera «La Roja» en su participación en el Mundial. Si Chile hacÃa 8 goles, devolvÃan el 35%, si hacÃa 9, el 50%… ¡y si Chile hacÃa 10 o más goles, devolvÃan el 100%!
Bueh… en esa copa, Chile hizo sólo 5 goles. Clasificó a octavos, pero cayó ante Brasil por 4 a 1. Nadie tuvo su devolución… y LG sólo tuvo que desembolsar lo que le costó poner este réclame en la tele… y lo que cobró Panetta.
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Réclame: Sémola con Leche Soprole («A mà no me gusta la sémola») (1988)
- Por admin
- marzo 22, 2025
¡Momento sing-along! Terminaban los ochentas y Soprole se sacaba un postre para dejar contento hasta al más mañoso. El único inconveniente… es que estaban tratando de meter uno de los elementos menos apetecidos por los brocacochis a la hora de comer: la sémola. Asà que era inevitable hacer acto de inclusión, situando como la figura central al mañoso de la temporada. «A mà no me gusta la sémola» era la opinión y el prejuicio que habÃa que contrarrestar (ojalá eliminar), y qué mejor que con un réclame que fuera capaz de dar vuelta a cada uno de esos anti-sémola en sus casas o, al menos, sembrarles la curiosidad. Casi cerrando, la sabidurÃa del TÃo Javier Miranda: «Es cuestión de probar». El primer réclame de un producto que, como casi todo postre antiguo que aún existe, conoció mejores épocas.
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Y bueh… nuevamente una de las muchas licencias que Leonardo Céspedes Producciones (y luego DINT) se tomó con el doblaje de Garfield y sus Amigos. En el capÃtulo 13 de la primera temporada, a Garfield le cae un plato en la cabeza y termina cantando «Puerto Montt», tema popularizado por Los Iracundos a fines de la década de 1960. Pero equivocó la letra: era «mil besos yo le di», no «un beso yo le di». No podÃa salir todo perfecto…
Me lo mencionaron una vez, y ahora va ✌️
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El vaquero llegando a calmar su sed a la cantina en el lejano oeste es todo un clásico. Luego de servirle toda la carta de la cantina sin satisfacerlo, el cantinero le ofrece su última alternativa, la infalible, evitando asà lo peor que podrÃa ocurrir en una pelÃcula del oeste.
Al final, un vaso gigante de 2 litros de refresco Caricia, tomado al seco, salvó el dÃa… aunque no pudo decir lo mismo un parroquiano de gustos… más tradicionales.
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Mis dos chauchas: Si no te preocupa, es que de verdad deberÃa: el Algospeak
- Por admin
- marzo 15, 2025
Primera vez que veo que alguien en YouTube le hace especÃficamente un video a un tema que ha estado presente por bastante rato en este último tiempo y del que se habla menos de lo que deberÃa.
Soy de los que comenzaron a usar Internet en épocas de la "navegación". Un navegador web con el que, buscando, podÃamos recorrer un campo abierto. Toda esa experiencia ya casi no existe más. Casi todo el uso de Internet que hacemos hoy en dÃa, a diferencia de hace dos décadas, lo hacemos en esta suerte de corralitos seguros llamados redes sociales. Y fue tanta la costumbre que, aunque aún existe allá afuera ese "mundo abierto" y todavÃa se podrÃa usar la web tal como hace dos décadas, la comodidad y la costumbre de las redes sociales nos mantienen dentro. Ya los más jóvenes no buscan en Google una receta o la forma de usar un aparato que no conocen. Lo encuentran anticuado. Asà que van a TikTok, Instagram o YouTube, piensan menos y lo consumen digeridito. Pues bien, estas plataformas tienen sus propias reglas de conducta y determinan a quien se le permite el uso y a quien no. Y hacen cumplir estas reglas en base a procedimientos integrados en sus respectivos algoritmos, con el poder para decidir por sà mismos qué publicaciones promover y que publicaciones esconder, sin que ningún humano les diga si están bien o si están cometiendo algún error. Bueh, hasta que se equivocan y borran injustamente publicaciones completas.
Hasta ahora creo que no estoy contando nada nuevo.
Pero es tal de enorme la cantidad de usuarios, que ningún staff humano darÃa abasto. Por ello, la moderación del contenido es necesariamente hecha con sistemas automáticos. Sistemas que, casi siempre, se basan en detectar palabras prohibidas no importando el contexto. De inteligentes... nada. Se limitan a cruzar palabras con una lista negra. Son brutos. Recontra brutos. Al "algoritmo" le da lo mismo no dar circulación a las publicaciones con la palabra "muerte" si están en el texto de una publicación informando el fallecimiento de un ser querido, o en un video en donde cuento lo que soñé anoche, o en otra publicación promoviendo el suicidio. Y ni hablemos de esa última palabra. Temas que son naturales en la vida del ser humano y que, por tanto, su comunicación deberÃa ser natural, como temas de hábitos sexuales o prevención de conductas de riesgo en la población, son tapados o desrrankeados por las grandes redes sociales. Claro, a menos que se use algún tipo de eufemismo o alguna forma de codificar o camuflar términos asociados, con tal de burlar la censura automática. Y aquà entra la jerga que, no tenÃa idea que tuviera nombre, pero sÃ, es tan omnipresente que le han dado uno y hasta tiene artÃculo en la Wikipedia (aunque todavÃa no en español): el Algospeak. Y consiste en precisamente esto, la ofuscación de términos en las redes sociales para burlar censuras, shadowbaneos o payasadas varias. Y ahà nacieron frases tÃpicas del social media cotidiano como "el delicioso", "se dessuscribió de su propio canal", "el señor de bigote chistoso", etcétera. Incluso, no relacionadas a términos cuestionados, sino para tapar temas controvertidos en el ámbito social o polÃtico o, increiblemente tonto pero del dÃa a dÃa, poder referirse a plataformas rivales, como los youtubers que evitan decir "Twitch" y lo reemplazan por "el YouTube morado". Hasta para eso.
En mi experiencia personal, me lo tengo que topar a cada rato. Una jerga que parece chistosa pero que no lo es, y a la que tengo que recurrir siempre. Aterrizando esto, a las publicaciones de réclames que hago a menudo en Instagram, en donde aparecen niños (que, convengamos, eran los réclames que veÃamos cuando chicos en la tele) les va súper mal. Que sea material de hace 30 años y que esos niños que aparecÃan en pantalla sean ahora adultos, le da igual. Y no se puede mencionar el término "escolares", "niños" o peor aún, "niñas", porque la censura del algoritmo es tan bruta que lo asocia a posibles abusos contra menores y sencillamente no se promueven. Aunque el estado de la cuenta nos diga que está todo bien. Y era un simple comercial de un chocolate o de un yoghurt. En serio. Asà que hay que hablar de "brocacochis", de "las bendis", del "delicioso", "el canal de allá arriba", etecé. Hasta nuevo aviso.
Asà como vamos, las redes prefieren, en vez de dar lugar a espacios en donde potencialmente se puedan tratar constructivamente temas importantes, simplemente hacer como que de eso no se habla. Y todo porque a la red social de turno le vale más evitarse problemas rápido, sin usar mucho el seso, que, digamos, tener una moderación mejor pensada. ¿Se necesita una moderación? Por supuesto. ¿Es suficientemente inteligente lo que ahora existe y usamos? Ni a palos.
Los gringos tenÃan un invento que intentó abrirse paso en las instalaciones caseras de tele de allá: el "TV Guardian". Era una maquinita que se conectaba entre la antena (o la VHS) y el TV y que detectaba palabras de una lista negra, silenciando el audio y reemplazando esas palabras en los subtitulos closed-caption por su equivalente "limpio". Una tecnologÃa de los ochentas. A ese nivel estamos. O peor, al tener nosotros que recurrir, actualmente, a una autocensura.
En serio, estamos a asà de cerca de que las redes sociales que usamos a diario sean el sÃmil de gobiernos de paÃses herméticos, dentro de los cuales existen temas de los que no se puede hablar, y gobernados por el dueño de turno. Casi como en nuestros queridos gobiernos autoritarios del pasado.
Tiene que nacer algo mejor. Cuando eso ocurra, si es que ocurre, allá nos vemos.
Los réclames de perfumes tienen algo. De partida, obviamente que los que salen en pantalla siempre se van a ver mejor que tú, o van a tener un hobby más bacán que el tuyo, o van a salir haciendo algo más entretenido u osado de lo que haces tú o… no sé. Y nos topamos con uno que se convirtió en un clásico de esa época en que todavÃa era posible encontrar en los réclames algún producto como de status más alto. No como ahora que es casi todo retail. O “griteil” como le dicen algunos. De hecho, estos comerciales de perfumes (o calzado y ropa fina, o en general cualquier cosa de status) eran bastante más comunes de lo que se recuerda. Y era obvio que a los que no se sentÃan tan top les gustaba hueviar con esto. La talla del “Almeja Brava” era un clásico de más de algún humorista.
Pero mejor vámonos a ese jingle de letra exquisita y de alto contenido humano. ¡Aaaaaaaaaaaguaaaa Braaaaavaaaaa! Y te lo cantan fuerte una y otra vez pa’ que no te lo podai sacar en toda la semana.
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Con esto entramos al terreno de las "drogas duras". Los Caracoquesos. Y nos los presentan en una ambientación de restaurante italiano, con chef y todo. Y pese a que el chef primero se da color y dice que es muy difÃcil prepararlos, luego tiene que reconocer que es algo muy fácil. Al final, el chef literalmente tira el gorro de pura impotencia. Es que ya, con tanto fideo preparándose tan fácilmente, se autopercibe como innecesario.
¿Pero se dieron cuenta de algo? Hasta esa época todavÃa les decÃan ampliamente “fideos” y no “pasta”. Si hasta el chef dice “fideo”. Y otra cosa que pasó súper desapercibida: cuando la mujer le dice al chef que le tiene que dar la receta, al acompañante se le sale un “pero pa’ qué”, asà como pensando “esta mina pide puras h…” Ni que decirlo. Todo un potencial funado…
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Un baño de confianza. Probablemente se recuerde mejor el shampoo, pero también hubo de Selfy un desodorante. Unisex, como no era raro en la época. Obviamente, siguiendo el mismo relato: ir al rescate de la confianza personal. Una secretaria buscando pega, un novio a punto de casarse o una joven avergonzada de andar en la calle eran la excusa perfecta para… ¡hey! Irrumpir de la nada con el desodorante. Amo la actitud de la secretaria, sacando el letrero de "se necesita secretaria" y tirándoselos encima, como diciendo "no busquen más, ya llegué".
Lo que sà faltó, me disculpan, pero el puro Selfy sin el “y shasssss…” no tiene el mismo efecto. Faltó la chaucha pa’l peso ahÃ.
Igual mi mamá se lo compró en su época. Pa’ puro quebrarse.
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¿Te imaginai llegara Pedro Picapiedra a una tienda pidiendo que le muestren teles?
Ya que el regreso de ABC como marca de tiendas está a la vuelta de la esquina, pinchemos esa época en que las, en ese tiempo, “Supertiendas ABC” hicieron toda una campaña de “no hay clientes difÃciles”. Una señora preguntando por una lavadora, un joven queriendo escoger un minicomponente, un espÃa preguntando por una radiocassette (y el vendedor le ofrece una Kioto… jaja, buena la referencia), todos planteando sus exigencias y dejando claro que no se iban a ir de la tienda con cualquier cosa. Y, en uno de esos réclames, aparece nada menos que el mismÃsimo Pedro Picapiedra queriendo comprar una tele. De pantalla gigante y “alta definición”.
Bastante adelantado a su tiempo… para ser de la era de piedra.
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Mis dos chauchas: TV+ se lanzó noticiero a lo «Crónica TV». ¿Alguien lo vio venir? Porque yo no lo vi venir. ¿Lo vieron venir?
- Por admin
- marzo 10, 2025
Desde que el único canal abierto "no zombie" que iba quedando sin noticiero anunció el suyo, que me dio curiosidad. Curiosidad de saber qué noticiero harÃan sin tener prensa y con un cuestionamiento constante de la opinión pública a las noticias de los otros boliches.
Crónica TV empezó al otro lado de los Andes en 1994. Y... como que es un canal meme, por las placas hilarantes y, más de alguna vez, al borde de la funa. Y digamos que por acá hace poco se corrió un rumor de que estaban tanteando montar la versión local. Rumor que, yep, al final quedó en nada.
Pero cuando ya casi nos habÃamos olvidado del tema, en el TV+ aparece esto. Algo asà como el hijo no reconocido del Crónica TV argento. TV+ Informa, con las placas rojas, el reporteo de cahuines desde la calle (con el "móvil ciudadano") y los tÃtulos pasándose (o intentando pasarse) veinte mil pueblos. Nah, no da ni para eso. Comparado con el original, es todavÃa muy light. ¿Sabrán allá que aquà montaron esto? Al final se sacaron una suerte de magazine de noticias, con los conductores hiperventilándose, revisando sitios web de otros medios, con reporteros en la calle y uno que otro invitado. Una copia que todavÃa no se atreve a ser tan mordaz como el original, pero una copia al fin.
La versión che es una institución en su paÃs, respetada y hasta ha recibido premios. Y puede que hacer algo asà aquà sea válido y tenga su público. Pero, advertencita no más, la gran mayorÃa de los formatos traÃdos o inspirados en formatos argentinos han dado palos de ciego. Y no, no somos Argentina.
PartÃan los noventas y el optimismo económico se habÃa instalado con todo. Se llenó de “financieras”, como divisiones de los bancos, orientadas a dar créditos (que en la época les decÃan “préstamos”) a la clase media y baja. Y una de ésas, echó mano de una figura emergente de la tele, el Kike, y una frase que se sacaron para hacer referencia a no tener plata, al “billete corto”, el famoso “ini piñi”, que igual la gente lo decÃa indistintamente como “iñi piñi”, pero qué tanto.
Y ahà tenÃamos al Kike en una plaza leyendo un diario miniatura, o en la fuente de soda tomándose un schop también mini, viéndose ridÃculo al lado de otro que sà tenÃa el manso schop. Yo digo no más, el que se estaba tomando ese manso schop, no salió de ahà caminando…
¿Qué fue de "Solución"? Después cambio de nombre a "Banco Santiago Express" y luego fue vendido a Cencosud para terminar siendo lo que luego fue Banco ParÃs.
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