La eterna discusión interna del lado bueno versus el lado malo (o ángel versus diablo) fue el punto central en un réclame de Soprole que buscaba instalar un nuevo yoghurt noventoso. Las buenas acciones se premian, y para eso estaba Premium, un yoghurt con «confitura» sabor a fruta, aprovechando los mismos potes del 1+1 para mandarte cada cosa por separado, aunque de otro color, para que no pareciera un yoghurt de cabro chico.
Nunca entendà lo que era una «confitura». Por qué no fueron más simples. Tal vez se trataba de una salsa y ya.
Tampoco lo probé ni me acuerdo cuánto duró. Pero ya, en serio, quién se come tres yoghurts de una, poh. La gula... es pecado. Nah...
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El mÃtico Burger Inn. Por ese tiempo, el decano del fast food criollo lanzaba una tremenda campaña para defenderse de la irrupción del paÃs del norte.
La primera mitad del réclame, haciendo chiste de las cadenas de origen norteamericano que ya habÃan aterrizado por aquà (que vendrÃa siendo la del Ronald que le dicen, porque no recuerdo otra que haya estado ya en ese tiempo), entre lo supuestamente perdidos en el lenguaje y su falta de comprensión de lo que quiere el cliente local, con este gringo de Ohio (que me soplan que es Willy Semler) que no entendÃa que los clientes estaban enojados y no «en Ohio». El pobre tipo pensaba que todo iba de maravilla… y en verdad iba terrible. Y la segunda parte del réclame, mostrando un Burger Inn, haciéndolo ver mejor que nunca y con un jingle que no estaba mal, muy fresco y muy en onda para su época.
En la radio era el mismo cuento. «No inventamos la hamburguesa… pero la mejoramos». Y remataba con el «Como más. Me gusta» que, ahora que lo releo, pudo haber sido un estupendo juego de palabras. «Como más me gusta» también como que funciona.
La quiebra de la sociedad administradora de los Burger Inn ocurrió en 2009. Sus últimos años no los recuerdo para nada. CreÃa que habÃan quebrado al poco tiempo. Igual aguantaron harto. Pero, si tengo que ser honesto, al menos aquà en este réclame las hamburguesas del Burger Inn tienen mejor pinta que… las de ese otro personaje.
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«¡Ah nooooo…! Ahà hay que dentrar a picaaaar…»
«¿Va a construir, ampliar o remodelar su casa?». Asà partÃa el réclame del Pabellón de la Construcción original. SÃ, porque antes de un infomercial para promocionar casas el fin de semana, el «Pabellón» original hacÃa la pega complicada de reunir a todos los productores de materiales de construcción, accesorios y demases. Y ni siquiera vendÃan nada, sino que era un lugar de donde uno se llevaba el «dato» de quiénes venden qué cosa… y ahà la tarea de ir tienda por tienda era de uno.
Pero después llegaron los Homecenter y los Easy a simplificarlo todo y a vendértelo todo ahà al tiro. La frase «construir, ampliar o remodelar su casa» parece calcada de ese antiguo réclame del Pabellón. Y es que la idea era la misma… pero mejor. Fue en ese momento cuando el antiguo Pabellón se tuvo que reinventar y… sÃ, terminó montando un infomercial (y al final comprando un canal, pero en fin…)
La frase «(d)entrar a picar» terminó instalándose en nuestro lenguaje cotidiano para referirse a un grado de dificultad superior a la hora de arreglar algo. Igual, que una tienda grande haga chiste de un humilde maestro chasquilla, hoy en dÃa, serÃa bastante «cuestionable».
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El logo ovalado de Evercrisp pasó al imaginario colectivo ochentoso por su auspicio en Sábados Gigantes y el eterno fail que representaba siquiera pronunciar bien esa marca. Pero aparte de un tatita del público diciendo «Eripish», habÃa bastante más. A las incombustibles papas fritas «con licencia para comer» y los Cheezels, agregaron varios snacks pensados para los brocacochis. Uno de ellos, Traga Traga, las caras sabor chirimoya-naranja, con su correspondiente personaje de fantasÃa que se lo comÃa todo y no sabÃa hacer otra cosa. Una de las tantas cosas que un dÃa desaparecieron, pero de las pocas que el solo recuerdo colectivo trajo de vuelta.
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Este boliche no teme a las rarezas.
¿Los ponchos del Festival de la Una tuvieron réclame? Yep. En pleno siglo XXI, cuesta creer en el poncho como un accesorio citadino cool y cotidiano. Como sea, eran los ochentas, habÃa que vender ponchos, habÃa que instalar el hábito y «Poncho Lindo» se metÃa entre el resto de los réclames de la tele.
Pero algo no calza en este réclame, algo lo hace ver muy raro… ¿habrá sido su producción algo anticuada para la época? ¡Esto grita setentas!
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