Suena extraño que una empresa nacional como la IRT, ya avanzando la era ochentosa, y después de una quiebra que para el común de la gente ni se notó, haya podido resistir la avalancha de marcas foráneas sin despeinarse mucho, y combinando en sus avisos la calidad y la tradición, haciendo suya su historia pre-IRT (cuando era la RCA Victor Chilena, pero sin mencionarlo). Y, hasta parte de los noventas, como que ése fue el cuento. Pero llegó un día en que no aguantó más, cerró y vendió la marca. Y ahí como que todo se comenzó a ir lentamente a la chu… 

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Tamos en los dosmiles, el futuro llegó y hay que hacer abominaciones. La Pepsi Twist ya se había lanzado en varios países, y cuando hubo que lanzarla en Chile, digamos que fue mínimo esfuerzo. Tomaron la misma campaña de fuera, que ya era literalmente un gil con un cartel apareciendo en cualquier lado, interrumpiendo el tránsito, y la doblaron. En otros países, como México, la habían metido como placement hasta en telenovelas. 

Bueh… así mismo como sacaron una campaña de mínimo esfuerzo, así no más les fue con la Pepsi Twist. Lo fresco no quita lo cutre.

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Oiga, don Preto, deme lo más Maluenda que tenga. Yo: no se diga más.

En las tandas del Dingolondango salían avisos como éste de Lucchetti, hechos por el mismísimo Enrique Maluenda frente a cámara. En un mundo en que ya era medio común en la publicidad el inventar cuentos de fantasía, con Maluenda fueron lo más old school que pudieron. Como que sólo así se podía dar realce en todo su esplendor al “estilo Maluenda”. Onda que fueron a la misma fábrica a mostrar las máquinas y todo. En uno que otro programa retro se muestra el trozo final de este aviso. Pero merecía mostrarse completo. ¡Lucchetti da mucho más porque es puro corazón, puro corazón de trigo! 

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Hace un tiempo comentábamos la locura de promocionar la resistencia de un papel higiénico poniendo a un actor colgando de éste, en una manifestación más del tradicional recurso publicitario del “exagero para probar mi punto”. Obvio que una tira del (mal) llamado “papel confor” no aguanta eso. Y ahí teníamos al Pato Strahovsky (¿doblado por Roberto Poblete?) demostrando la resistencia del papel, aunque medio urgido, así como asustado pero colgando del papel… ¿como si alguien lo hubiese obligado? Esa incomodidad se relajó un poco al tiempo después, cuando lanzaron la secuela y aumentaron la apuesta poniendo a la Consuelo Holzapfel que, con un toque de cordura, mientras el Pato estaba haciendo atrás el soberano loco, recordaba las bondades del producto, el que ahora, como pare’que le fue bien, venía en tres colores. Pero era tal la euforia del Pato, que hasta la Consuelo sucumbió a la locura y… en fin, la perdimos y se puso a balancearse en el papel también. ¡Suaveeeeeeeeeee...!

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Y juntamos dos cosas que aparecieron hace muy poco: el spot de 1983 de los refrescos Caricia que lanzó el famoso y memorable jingle “Si tienes sed / un litro de sed / refrescos Caricia, Caricia, Caricia / y chao a la sed”, el que recordamos hasta el día de hoy, no por el spot, que quedó sepultadísimo, sino que por el chascarro de Don Francisco en Sábados Gigantes cuando, en medio del jingle, rompe la escenografía… episodio que también va aquí, al final del video y de yapa, porque fue reemitido recientemente en REC (y lo tenemos por fin en buena calidad y no el resubido del resubido del… ustedes cachan). 

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[vía 1, 2]

En la era ochentosa estaban bien de moda el Olapón, el Sedal, el Linic, Vitapelina... todos esos shampoo. Pero, pequeñín, ¿sabías cuál era de verdad el shampoo “del pueblo”? El Ballerina y que no se discuta. Este sobre de 60 gramos estaba en todos los almacenes. Era masivo y barato con escándalo. Y si no, por una chaucha más comprabai Glossy. Y sería. A todo esto, decir “andar al pelo” o “lucir al pelo” es muy old school. Si usaste esas frases, ven con orgullo y toma tu carnet. Porque pa’l “qué linda te ves con Ballerina”, faltaba harto todavía. 

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Ciertamente la era ochentosa nos dejó concursos mucho más divertidos, pero éste de la revista Vea tiene lo suficiente como para, de todas formas, llevarnos a la época. Se concursaba por carta, enviada a los famosos clasificadores o casillas de correo, enviando el cupón que venía con la revista y que había que llenar con nuestros programas y animadores favoritos de la tele y luego recortar. Obvio que, según el canal, aparecían figuras del mismo canal y no de los otros (adivinen en qué canal salió esto). Y premiaban con un carro de mercadería del súper que, para la época, con su crisis y todo, era el manso ni que regalo. Y el cantito de la Vea, al final, que estaba olvidadísimo, enterradísimo y, ahora, es un recuerdísimo desbloqueadísimo:

🎶 ¡Coooooompre Vea, su revista, pim! 🎶 

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Podrá haber existido una ondera Pepsodent, o una colorinche Signal, o una económica Albis... pero así como “la pasta dental de to’oh loh chilenoh”, la Odontine y no se diga más. Y eran tan dominantes que se hacían los sobrados y te tiraban un comercial de un minutazo entero. Y era hueveo cotidiano hacer “AAAAHHHHHHHH!!!”, si no, no era lavá de dientes. Y eso de “eh súper helaíta...”, es que quiero creer que la juventud no hablaba así. De verdad, no hablaba así.

Pero el tío Petronio se luce, ¿ah? 

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Cuando recordamos el “¡Guatón, tómate un Armonyl!”, se nos viene al tiro, y gracias al meme, el oficinista al que se le pega el computador (y su parodia). Pero también hubo otros como este hincha en el estadio, quien se ve colapsado ante la situación con el árbitro, que se quiere robar el partido, y que ya estaba enterradísimo.

Ahora está súper en boga el tema de la salud mental. Pero aquí les dio igual simplemente porque TELE DE LOS DOSMILES. 

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Comenzaban los ochentas, y en Canal 13 aparecía un nuevo programa de Juan La Rivera, rescatando el espíritu de un viejo conocido, y que marcó época y es recordado hasta hoy. Baila Domingo, concurso de baile popular, como el Tugar Tugar, pero a color, hoy en Directo en el Carnet. 

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