No tengo vuelta #1

  • Por William Hernández F.
  • octubre 07, 2010

Cuando chico una noche soñé que me invitaban a una suerte de parque de diversiones. Y ese parque de diversiones tenía, por cierto, a los típicos personajes disfrazados, que eran como los de Disneyworld o Mundomágico (o el Mampato.... entre paréntesis, ¿tienen personajes en el Mampato?), con la diferencia que no los conocía nadie. Resulta que estos personajes estaban felices de tenerme con ellos pero, por alguna razón que no recuerdo, los rechacé y me aparté de ellos. Sin salir del parque, aún me los encontraba caminando, juntos. Yo, apartado de ellos, los veía ir y venir a lo lejos, en otro nivel, bien arriba, y los niveles estaban conectados por escaleras mecánicas como las de los malls, así que mientras yo subia, los veía a ellos al frente bajando. Me miraban, pero sólo eso, miraban. Y sus caras, como queriendo decirme "nos perdiste para siempre".

Muchos años después, en la casa en la que vivía antes de independizarme, un día, sin pedirle permiso a nadie, mi viejo sacaba todas sus cosas del dormitorio que compartía conmigo y, a falta de un tercer dormitorio, las puso en el comedor y, enojado y serio por sentir que estaba incomodando mi privacidad, se instaló ahí. Como el comedor estaba al fondo, puso un mueble grande en medio para que la cama no se viera tanto desde la entrada. Y así fue hasta que me independicé.

Hoy, en la oficina. Cansado de ser el "distinto" del grupo y del ambiente "shacotero" del resto, tomé mis cosas y, sin permiso de nadie, fui a otro escritorio del área de al lado y me instalé. La gota que rebalsó el guáter: el chiflón de aire frio del sistema de aire acondicionado. Terminé discutiendo con un tipo de esos que andan llevando documentos y que comunmente se les llama para que, entre otras cosas y "por la módica suma de", suban o bajen el aire acondicionado. Digamos que le tenía sangre en el ojo desde el tiempo en que hacía la práctica y se enojó porque en el baño sacaba mucho papel. Me agarré con él. Pero no me siguió, limitándose a un "ya, pero eso dígaselo a XXXX..." Y la verdad de ese aire acondicionado es que fue mal instalado y que, para corregir eso, habría que hacerlo todo de nuevo y eso costaba mucha plata (¿les suena familiar?).

Quienes me rodeaban tenían tres alternativas:

a) Unírse a mi reclamo.
b) Hacerse los huevones.
c) Cagarse de la risa.
Y no fue hasta varias horas después que me dí cuenta: había actuado como mi viejo. Y había sido peor: se habían cagado de la risa de mí. Más nefasto aún, tuve que pasar el día entero en otro lugar para que ese lugar que me había tomado no se viera ocupado y la gerenta no pusiera el grito en el cielo...

No tengo vuelta.

También te podría interesar

0 comentan