Buenas noches, mamá

  • Por William Hernández F.
  • mayo 29, 2010

 

"Vayan a acostarse, yo me lavo los dientes por mientras", me decía mi vieja. Había traído la tele en blanco y negro y la había puesto sobre un tambor de cartón grueso. Porque la tele a color no llegó a la casa hasta el '89. Y eran contaditos los que tenían una. Ni hablar de "video" o de "pasapelículas" como los llamaban en ese tiempo. El tambor donde puso la tele estaba forrado con papel mural, ambos "subproductos" del condominio en construcción donde vivíamos antes. Porque ahora ya estábamos en la casa del Serviu, y llevábamos algo más de un año. El barrio era feo, aún quedaban algunas casas no habitadas y cubiertas por panderetas de tablas.

En la tele terminaban las noticias y salían esas luces apuntando al cielo y moviéndose... "a contar de este momento, los canales de televisión pueden emitir programación para mayores de 18 años..." Eran días medios tristes. No recuerdo bien si en ese tiempo mi viejo había empezado a trabajar en las noches o ya se había peleado con mi vieja. Con mi hermana nos fuimos a acostar a la cama matrimonial, que era lo que hacíamos todas las noches en que mi viejo no estaba. Después llegaba mi vieja y se acostaba en medio de los dos. Era una cama de 2 plazas que mi viejo consiguió de segunda mano, con un colchón de lana que era duro al principio pero después abrigaba harto y dormíamos felices igual. En el 13, la Jeanette Frazier o la Gina Zuanic anunciaban la programación nocturna.

Nos veíamos religiosamente el Siempre Lunes, el Martes 13, ALF... hasta Sabor Latino en su segunda época. "Sin quedarse dormidos" decía ella, y no sé por qué le preocupaba tanto eso. Quizás porque alguien tenía que pararse a apagar la tele y no sería ella, que al medio de la cama le costaba un poco salir.

Cuando terminaba cual fuere el programa estelar de turno, y comenzaban las noticias o alguna película de trasnoche, mi vieja decía "ya, monito, vaya a apagar la tele..." Casi siempre iba yo, giraba una perilla hacia la izquierda y hasta mañana. En la pantalla quedaba el "fantasma" de la última imágen que se vio y de noche se seguía viendo un raro resplandor por varios segundos. Las teles de antes eran así.

"Buenas noches, mamá", decíamos. "Buenas noches, niños" escuchábamos de vuelta".

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