Tus horarios son tan raros. De pronto miro a tu rincón y ya no estás. Pregunto por ti y me cuentan que estás en terreno vendiéndole a un viejo gruñón o a una vieja latera. Al rato vuelvo a la máquina de café con el pretexto de ver si llegaste. Y ahí estás. Te hago una seña para que me veas. Y me saludas muy amorosamente. Y siempre me preguntas cómo estoy. Bien, te digo. Bromeo con haber llegado tarde, pero pienso en llegar más temprano y así poder verte a la entrada del piso sin que me dé cosa ir a tu lugar sólo para abrazarte y acariciar tu rostro. Linda. Un amor. Eso eres. Y no me aguanté y me quedé pegado tomando tu mano y luego de un beso en tu frente y de aguantarme el suspiro, me dijiste... "cosita". "¿Era para mí? Wow... gracias" te respondí. Y te reíste.
Y siempre miro donde estás. Y no me canso de verte y de sentir que eres un amor. Y de este suspiro que aún guardo a la espera de ese momento. Un momento en que el tema ya no sea el trabajo y estemos sólo nosotros dos, hablando de nosotros dos.
Siento que te quiero tanto.
* Foto de raceytay (CC BY-NC-SA 2.0)
0 comentan