"¡Paragua' mil, paragua' mil!" decÃa sin cesar el pobre tipo en el paseo Huérfanos. Luego, otro en la entrada de la estación de la Plaza de Armas. Y luego, otro más, a la entrada del Metro que llega a mi casa, los tres con el mismo discurso. Paragua a mil.
El paraguas es un implemento tan "útil" como extremo. "Util" -y lo puse entre comillas- porque te sirve para capear una lluvia, pero es un estorbo y sin comentarios lo que ocurre en una lluvia fuerte. La frasecita tiene hasta doble sentido: "se le dio vuelta el paraguas", y todos se largan a reir. Yo, personalmente, prefiero mojarme.
Y es "extremo" porque asà como se pueden encontrar paraguas en el comercio establecido, de buena calidad, no me da la impresión de que sean baratos. Y por el otro lado, está el paraguas chino, ese que sencillamente sonó en una lluvia con viento fuerte, ese que te deja tirado cuando menos lo imaginaste -ver foto-, y que es barato pero, definitivamente, desechable.
Entonces, ante esta dicotomÃa de alternativas, entran los recuerdos. Y sale un compañero de oficina trayendo a colación una antigua vivencia: "¿te acordai cuando en la capacitación regalaron paraguas? Salieron super buenos... ¿y me vai' a creer que el mio lo regalé? Hasta hoy me arrepiento..." Porque pareciera que conseguir un buen paraguas es una de las pocas cosas que no siempre el comercio establecido es capaz de satisfacer. Porque, pa' qué estamos con cosas, hasta en tiendas establecidas te meten el paraguas chino.
Y cómo serán de malos, que hasta los improvisados vendedores del paseo Ahumada los venden todos. Obvio, una luca vale más que el que un paraguas chino te deje tirado.
* FotografÃa de A.M.Garrido (CC BY 2.0)
0 comentan