Yo, bus

  • Por William Hernández F.
  • junio 20, 2007


Nací creyendo que sería algo grande. Escuché decir que veníamos a ser parte de la mayor transformación del transporte público de aquí. Vi a muchos de mis hermanos, igualitos a mí, blancos con la franja verde. Pero antes de que pudiera conocerlos nos sacaron de ahí y nos hicieron atravesar el frio y la nieve y hasta nos quedamos detenidos por un tiempo. Pero de tan sólo recordar que llegaríamos a ser útiles y a traer la modernidad a toda una ciudad, prácticamente no me importó.

Los primeros días... fueron los mejores. Paseábamos por toda la ciudad. Mientras ibamos conociendo las calles, nos encontrábamos a nuestros antecesores. Me daba pena verlos tan descuidados, tan poco queridos, tan desprestigiados, echando humo negro como si de toda esa triste vida no hicieran más que gritar de dolor. Y además me daba pena porque nosotros vendríamos a tomar prestado su lugar y pronto se irían sin su merecido reconocimiento, a mejor vida. Pero luego dejé de pensar en ellos y pensaba en nosotros y en cómo pronto llegaríamos a ser una maravilla y un símbolo de eso que llaman progreso, para todos. 

Hasta que llegó el gran día. Y mis esperanzas se esfumaron por completo. Ya desde antes escuchaba que nos encontraban incómodos y uno que otro nos decía derechamente que éramos "malos". Pero luego no podía entender por qué, de pronto, terminabamos siendo tan poco apreciados, pateados, rayados, maltratados, quemados, chocados, apedreados, pinchados nuestros neumáticos. Poco queridos. Cuando voy circulando al lado de una línea del Metro y los veo pasar, me gustaría ser uno de ellos. Pese a que van tan llenos como nosotros y tienen que soportar las quejas y trastornos mentales de quienes van dentro de ellos, al menos viven mejor y son más queridos.

Luego de meses de no tener ni siquiera un hogar digno donde llegar cada noche, hoy duermo en un terminal construído especialmente para nosotros. Pero todavía paso frio. Por culpa de ese animalito que hoy temprano me quebró los vidrios en una puerta y en una ventana. Y yo que sentía lástima por nuestros antecesores. Ahora lo vivo en carne y fierros.

Pero aún con lo que he pasado, me sigue dando más lástima por ellos. ¿Por qué han alargado tanto sus agonías pintándolos como nosotros?

También te podría interesar

7 comentan

  1. ...

    Yo tb estoy aquí.

    ResponderBorrar
  2. Clap Clap Clap...que te puedo decir..notable...en serio...déjame robarte el artículo??? Está demasiado bueno.-

    Cuídate.-

    ResponderBorrar
  3. Pobres buses... pobres micros... pobre de nosotros! Glup!

    ResponderBorrar
  4. Te encuentro toda la razón. Si esos buses tuvieran alma, de verdad que llorarían todas las noches en los terminales. Una vida así no sé si valga la pena vivir.

    ResponderBorrar
  5. Y que desastre tenemos entre manos ¿no?

    Abrazos!

    ResponderBorrar
  6. jajaja Genial!!!!
    te pasaste!!!

    ResponderBorrar