Nacà creyendo que serÃa algo grande. Escuché decir que venÃamos a ser parte de la mayor transformación del transporte público de aquÃ. Vi a muchos de mis hermanos, igualitos a mÃ, blancos con la franja verde. Pero antes de que pudiera conocerlos nos sacaron de ahà y nos hicieron atravesar el frio y la nieve y hasta nos quedamos detenidos por un tiempo. Pero de tan sólo recordar que llegarÃamos a ser útiles y a traer la modernidad a toda una ciudad, prácticamente no me importó.
Los primeros dÃas... fueron los mejores. Paseábamos por toda la ciudad. Mientras ibamos conociendo las calles, nos encontrábamos a nuestros antecesores. Me daba pena verlos tan descuidados, tan poco queridos, tan desprestigiados, echando humo negro como si de toda esa triste vida no hicieran más que gritar de dolor. Y además me daba pena porque nosotros vendrÃamos a tomar prestado su lugar y pronto se irÃan sin su merecido reconocimiento, a mejor vida. Pero luego dejé de pensar en ellos y pensaba en nosotros y en cómo pronto llegarÃamos a ser una maravilla y un sÃmbolo de eso que llaman progreso, para todos.
Hasta que llegó el gran dÃa. Y mis esperanzas se esfumaron por completo. Ya desde antes escuchaba que nos encontraban incómodos y uno que otro nos decÃa derechamente que éramos "malos". Pero luego no podÃa entender por qué, de pronto, terminabamos siendo tan poco apreciados, pateados, rayados, maltratados, quemados, chocados, apedreados, pinchados nuestros neumáticos. Poco queridos. Cuando voy circulando al lado de una lÃnea del Metro y los veo pasar, me gustarÃa ser uno de ellos. Pese a que van tan llenos como nosotros y tienen que soportar las quejas y trastornos mentales de quienes van dentro de ellos, al menos viven mejor y son más queridos.
Luego de meses de no tener ni siquiera un hogar digno donde llegar cada noche, hoy duermo en un terminal construÃdo especialmente para nosotros. Pero todavÃa paso frio. Por culpa de ese animalito que hoy temprano me quebró los vidrios en una puerta y en una ventana. Y yo que sentÃa lástima por nuestros antecesores. Ahora lo vivo en carne y fierros.
Pero aún con lo que he pasado, me sigue dando más lástima por ellos. ¿Por qué han alargado tanto sus agonÃas pintándolos como nosotros?
Reflexiones después de cinco años
Hace 20 horas.
7 comentan
Voy a llorar.
ResponderBorrar...
ResponderBorrarYo tb estoy aquÃ.
Clap Clap Clap...que te puedo decir..notable...en serio...déjame robarte el artÃculo??? Está demasiado bueno.-
ResponderBorrarCuÃdate.-
Pobres buses... pobres micros... pobre de nosotros! Glup!
ResponderBorrarTe encuentro toda la razón. Si esos buses tuvieran alma, de verdad que llorarÃan todas las noches en los terminales. Una vida asà no sé si valga la pena vivir.
ResponderBorrarY que desastre tenemos entre manos ¿no?
ResponderBorrarAbrazos!
jajaja Genial!!!!
ResponderBorrarte pasaste!!!