Un dÃa de marzo, y luego de mucho dejar pasar el tiempo, le habÃa dicho al fin a mi vieja que necesitaba plata para pagar unos petos de colores que el curso habÃa mandado a hacer. Porque ahora ya no valÃa eso de "los con polera versus los sin polera", porque ahora se jugaba con esas cosas y porque ahora todos jugaban.
En un derroche de creatividad, los profesores del departamento habÃan creado un calendario en el que cada curso iba rotando entre babyfutbol, basketball, volleyball y handbol. El gimnasio me parecÃa triste luego de ver tras una reja muy alta el resto del edificio a medio terminar en que funcionaba el Instituto. Las "catacumbas", como les llamaban. Pero lo más triste para mà era que, de un dÃa para otro, debÃa comenzar a hacer deportes, lo que no era mi costumbre. Porque "hacer deporte" en el colegio de barrio era muchas veces sinónimo de correr todos en choclón tras una pelota de plástico. Y a mà nunca me gustó eso. Ahora, ya en un liceo grande, la cosa iba en serio.
Mi vieja me decÃa "tu papá se va a poner feliz cuando sepa que vai a jugar futbol". Y yo me sentÃa en deuda. Porque mis buenas noticias hasta el sexto año básico tenÃan que ver con llevarles el 7 cada vez que habÃa entrega de notas y verme recibir a fin de año esos premios de "primer lugar del curso" por los que me gané la antipatÃa de muchos cercanos. Nunca recibirÃan noticias de que su hijo "juega bien a la pelota" como los padres de algunos de mis compañeros. La mala fama que yo agarraba no les importaba, si lo que llegaba al final eran buenas notas. A lo más, le restaban importancia. "Es envidia, monito, no les haga caso...", decÃa mi vieja.
Para el resto del curso, era la alegrÃa máxima cuando terminaban los ejercicios de clase y en la última media hora se iban a jugar babyfutbol o basketball o lo que fuera. Yo, en tanto, esperaba que pasara ese rato lo más rápido posible.
¿Y el peto de color? Obvio que me lo tenÃa que poner. Nos dividÃan en equipos y cada equipo usaba un peto de color diferente. Era como la camiseta. Aunque en verdad, esa otra camiseta nunca me la puse...
FotografÃa de llanos_karina
7 comentan
Siempre me llamo la atención en el colegio ese pésimo manejo de los profes de educación para manejar la angustia de los niños.
ResponderBorrarTodo competencia, riámonos del malo, celebremos al bueno...¿EspÃritu de competencia sana?
Yo disfruté de los petos y el fútbol, vi a muchos como tú que lo pasaban mal por lo anteriormente mencionado.-
CuÃdate.-
Te leo y te entiendo...
ResponderBorrarAbrazos!
Yo igual era de llevar 7 a la casa y nada de deporte. Pero sà me gustaba jugar fútbol, aunque buena nunca fui ;-)
ResponderBorrarSaludos!
Porqué eso del fútbol para algunos niños es tan angustiante?. Es como cuando no te elegian para la capitana.
ResponderBorrarBueno a mi al final me daba igual era tan mala para el deporte, hasta que se dieron cuenta que tenÃa un soplo cardiaco.. huy. Estaba piteada la niña!!
Que buen texto, recuerdo que cuando estaba en la seleccion de atletismo el profe siempre se burlaba y hacia que los demas rieramos de aquellos a que les costaba... que profesores no ?
ResponderBorrarnotable la forma ...
peor AUN hay idiotas de esa estirpe.
Saludos cordiales.
Ni te digo, lo que me bajaba el promedio era "educación fÃsica". ¿ExistÃa un ramo más inútil en el formato en que lo practicábamos en aquella época?
ResponderBorrarSaludos sangrientos
Blood
Ufff, yo también tenÃa que soportar ese maldito curso de Educación FÃsica. En todo caso, nunca pensé en eximirme. Una lata, pasamos años dándonos costalazos en un cajón, luego compitiendo con básquetbol y después, corriendo como oligofrénicas en contra del cronómetro para dar la nota (test de Cooper). Jamás fue un relajo, ni fue divertido ni era tampoco una forma de aprender a disfrutar la actividad fÃsica en medio de la jornada. Y ló irónico es que las cabras que eran secas para el ramo, ahora están más charchetudas y fofas que yo...eso quiere decir que ni a las buenas ni a las malas nos creó ningún hábito deportivo saludable.
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