FotografÃa: Focus Vitae @ Flickr
Hace varios años en una clase de un optativo me preguntaste un par de cosas. El viejo hablaba y hablaba al frente de la enorme sala teatro. Poco y nada entendÃamos. Al final me preguntaste algo que habÃa dicho el viejo al comienzo de la clase. Me sonreÃste. Finalmente, me diste un caramelo de los que andabas trayendo. Era la segunda clase del ramo. La primera clase no sabÃa dónde estaba la famosa sala "ALT", asà que no llegué, por más que busqué por todo el campus. Orgullo mÃo de no querer preguntar y preferir valérmelas por mi solo. Hallé injusto que el profesor tuviera tan poca consideración con mi caso a la hora de evaluar asistencia. Con lo que dijo frente a todos sobre la asistencia, para qué querÃa más explicaciones. Ni siquiera le pregunté. Acepté tu caramelo y para mis adentros agradecà mucho tu atención y tu acogedora sonrisa.
Ya afuera de la sala estaba tan cegado por la rabia e incomprensión del profesor que no recordé el momento que me regalaste ni mucho menos imaginé poder repetirlo contigo al asistir a cada clase y verte. Me vi en desventaja. ImagÃnate, ya partà con menos nota por asistencia. Boté el ramo.
Ha pasado bastante tiempo ya. Aún recuerdo mi decisión de no seguir en esa clase y me arrepiento. Pudimos haber tenido una amistad increÃble.
Si sólo leyeras esta carta y recordaras el momento. Si sólo volviera a tener una nueva oportunidad de poder conocerte...
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