La misión fallida

  • Por William Hernández
  • diciembre 09, 2005

Una noche, después de muchas vueltas y enredos de sábana, llegué al plan brillante que había craneado durante meses. Llamé a un par de tipos para explicarles brevemente lo que pensaba hacer. Crear una circunstancia casual para poder expresar a alguien algo que tenía atorado dentro. Supuse que ellos también lo entenderían. También la conocían. Además no me la podía solo. La idea era poner en su camino circunstancias, guiños que le recordaran los buenos tiempos y gatillar alguna reacción, de pena, de rabia, de nostalgia, de violencia, no importa de lo que sea, pero que sea de algo. El problema fue que a medida que iba explicando lo que quería hacer, el que iba quedando se comenzó a negar. Y digo "el que iba quedando" porque al otro, después de mi primera frase y al enterarse de quien se trataba, se negó a colaborar diciendo que no la conocía, hasta que finalmente fue tanta la mala onda que tiró que opté por dejar que se fuera. Así quedé solo, sin saber cuál es el sentimiento que surge en su interior al recordar mi nombre. Quedan algunas fotos. En especial una en que ella, una chica de lentes y yo, un chico pelucón, sonríen a la cámara, miran al cielo y sueñan con ser amigos por siempre.

A veces armarse un nuevo mundo es más dificil de lo que parece.

[De 44 Shadow Lane]

 

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