La coraza

  • Por William Hernández
  • marzo 02, 2005

Ya van 5 días y no sé si aún puedo contar con ella. Después de todo, yo renuncié a su cercanía... pero por mensaje de texto. Mensajes cortos, tan cortos que a veces no alcanzan para expresar una idea de la forma que uno quisiera. No renuncié nunca a su amistad. Lo que no quise más fue su cercanía, a eso lindo que teníamos, cuando me di cuenta que le estaba pidiendo demasiado. Porque yo fui quien se atrevió a hacer algo. Porque ella no es capaz de decir "no". Ahora ya no le pido nada de nada.

Si esto hubiese ocurrido hace 3 o 4 años, me estaría afectando mucho, estaría realmente mal. Hoy apenas me afecta. Y es que al parecer, mi coraza, lejos de haberse caído, se hizo más fuerte. Mis experiencias dolorosas siguen sucediéndose una tras otra, la vida ahora más que nunca se asemeja a un enorme mar de infelicidad poblado de pequeñas islas de felicidad, separadas por distancias que es imposible medir ni pronosticar. La diferencia es que antes no sabía nadar y ahora me hice de un buen bote.

Desde hace un tiempo, cada año de mi vida se ha caracterizado por algo, algún grupo del cual he formado parte, algún rol mío respecto al resto de la gente, ese tipo de cosas.

Hubo un año del Internet, cuando llegué a estudiar a la universidad y aluciné con los computadores que habían y que en ese tiempo ya estaban un poco viejos, porque antes eran harto más caros que ahora.

Luego fue el año del centro de alumnos, porque mis amigos se candidatearon como lista y ganaron. Yo iba cada día a su oficina y me hice varios amigos ahí, de los que algunos siguen hasta hoy y otros...

Luego vino el año de los cumpleaños: mis amigos de primer año se juntaban siempre a almorzar y se celebraban los cumpleaños de todos.

Después vino el año de las misiones, cuando fuí por la Misión General de la UC a Santa Bárbara (VIII Región) y luego en invierno a Coelemu. Ahí también me hice de mucha gente conocida.

El año pasado para mí fue el año del blog: en abril comencé otro blog que ya no existe (antecedente de éste) y que me sirvió para saber lo que es recibir palabras de otra gente, ahora sí en cantidad bastante abundante. Porque en mi año de internet hice una página personal a la manera tradicional, bastante amateur, de colores chillones, pero que después seguí trabajando en ella para terminar creando algo bastante decente, pero que le faltaba algo: el nacimiento de una comunidad a partir del sitio o de un conjunto de sitios similares. Si bien es cierto, para los sitios web temáticos existían los webrings en los que uno inscribía su sitio y colocaba un código html que posibilitaba, desde nuestro sitio, ingresar a otros sitios similares, aunque nunca con un nexo de la naturaleza de "conocer" algo de los otros integrantes. Para páginas no-temáticas, que de por sí son un gran etcétera de un montón de cosas sin gracia en sí, esperar una cantidad de visitas decente era impensado. Y esa es la gran gracia que para mí tienen los weblogs: el nacimiento de una comunidad o, en su defecto, de pequeñas comunidades afines, de bloggers que comparten gustos, pensamientos, estilos de vida similares, gracias a sitios que se actualizan frecuentemente y que pueden recibir constantemente comentarios acerca de lo último que escribimos, de manera facil y contextualizada, algo totalmente contrario a lo que eran los guestbook en la era de las homepages-chillonas-amateur-tipo-geocities. Cuando tenía una homepage tradicional me llegaban mensajes a razón de 1 o 2 por mes. Ahora a mi blog están llegando siempre comentarios, contextualizados, hablando en forma precisa de aquello que pensé y escribí, de la vivencia X del día D, gracias a la existencia de comunidades y a la fidelización de los visitantes, otra cosa que costaba conseguir con una homepage tradicional.

Enfrento el nuevo año académico con nuevas esperanzas. Consciente que la probabilidad de que mañana haya mundo es de 0.999999999999... y que no lo haya es de 0.0000000...0001, como buen ingeniero voy a aproximar decimales, voy a eliminar una de las tantas incertezas que me incomodan y voy a concluir que con probabilidad 1 habrá mundo mañana, por lo que más me vale ocupar mi lugar, hacerlo mío y crear un canal para, como me dijo alguien, co-mu-ni-car. Porque como lo dice mi nuevo y flamante slogan, no importa el traspié de ayer, algún triunfo efímero, la amiga que perdí o el amigo que gané. No importa si el 2005 termine siendo el año de lo que había pensado o de algo completamente distinto. La vida sigue.

[No me llamen para escribir finales de novelas. Está claro que no soy bueno en eso]

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