Miro la foto. La vuelvo a mirar y me da pena. Siete años no son poco. En las vidas recientes de cada uno de ellos hay una palabra que resuena y hace enfrentar la vida con tranquilidad: "egresado". Egresados de Ingeniería en una prestigiosa universidad. Mi vida tiene marcada la misma palabra, pero en un tiempo que se ve tan lejano hacia el futuro y que pareciera escaparse para quedar definitivamente fuera, inalcanzable. Y a uno le gustaría que ese tiempo desapareciera y que tal palabra apareciera en un futuro inmediato ante mí. Y ganar un sueldo que, aunque "miserable" en comparación con los de gente que lleva más años trabajando en lo mismo, es varias veces el dinero con el que vivimos mes a mes. Sería casi como ganar un premio grande. No tendríamos que arrancar cada vez que no se puede pagar un arriendo. Mucho menos tener que enfrentar una demanda. Mi familia viviría en una casa propia y si tuviera suerte hasta podría independizarme. Porque las cosas son así. Las diferencias entre el sueldo que gana una persona profesional y una que no lo es son grotescas. Como para gritarle en la cara a cualquier pelagato en una empresa grande que en mi casa vivimos con la cuarta parte o menos de lo que él gana. Porque ser pobre crea esa mentalidad y no es fácil sacársela.
Con este panorama, no me quedan ganas de vivir el aquí y el ahora. La palabra "egresado" en las vidas de otros me pesa y harto. Y no sólo por lo explicado antes: cuando cada uno de mis amigos egresó, tomo su propio camino. El año pasado la Claudia celebró su cumpleaños pensando en que sería el último cumpleaños al que asistirían todos. Ahora cada quien está en lo suyo. Cada cual ha tomado su propio camino y sólo quedan los recuerdos de un grupo de amigos que alguna vez fue increíble. Quedan las ganas de volver el tiempo atrás (ya sé que suena cursi) y volver a vivir esos momentos, corregir lo que hice mal, volver al presente y en una de esas haber podido cambiarlo y hacerlo más alegre y pleno. Al mirar hacia atrás vuelvo a ver un grupo de amigos que alguna vez llenó gran parte de mi vida, como alguna vez lo fue el centro de alumnos o la Pastoral, o mi mundo más reciente y que acaba de terminar, las misiones. Se siente que los amigos no son para siempre. Ya no me atrevo a llamar a nadie. Los buzones de voz no me alegran. Los llamados "equivocados", menos. Siento que cada uno, en el fondo de su persona, no invertiría tantos recursos en prolongar los lazos con el grupo. Cada uno ha decidido -o está pronto a decidir- que la salida de la universidad y el ingreso al mundo del trabajo implica sí o sí un dar vuelta la página para comenzar una nueva etapa en sus vidas. Naturalmente el quiebre no es cien por ciento radical. Siempre se mantienen lazos con quienes uno siente más cercanos. Y hablando de esto, creo no ser el mejor amigo de nadie. Así que tengo una buena razón para comenzar a preocuparme, a menos que pretenda voltear la cara a esta situación pretendiendo creer que el cuento del mejor amigo es una soberana huevada porque, de hecho, pareciera serlo. Es raro ver que una relación de "mejor amigo" sea tal hacia ambos lados. Comúnmente nuestro "mejor amigo" o "mejor amiga" no nos considere a nosotros como tal. Para eso tiene a su alrededor a mucha otra gente para elegir a su "mejor amigo", digamos, porque aquella persona tiene mayor éxito socializando con el resto, y pretender reciprocidad de parte de la otra persona parece lo suficientemente egoista como para considerarlo un acto despreciable por parte de nosotros y nuestra pobre autoestima. Cuento corto: he decidido que los mayores amigos no existen y que, si existen, lo son por un tiempo y luego cada quien hace una reevaluación de quienes están cerca de si y reorienta su camino si es necesario.
Con esta deducción sobre los amigos, todos estos caminos parecieran terminar al final de cuentas en una verdad que no se lleva bien con mis ideas de huir del aquí y del ahora. Lo único viable pareciera ser vivir el presente con todo porque es lo único que en verdad existe. ¿Y qué es lo valioso dentro de este nuevo esquema? Los amigos recientes. Disfrutarlos a concho. Cada amigo reciente es una nueva oportunidad de comenzar de nuevo (y valga la redundancia). Pero, más que los amigos recientes, aún mejor son quienes son capaces de darnos ánimos de valorar el presente y quedarnos en él. No mirar ni hacia atrás ni hacia adelante. Vivir el ahora que es lo único que existe.
Y miro la foto otra vez. Si estuviera aquella persona, sería la foto perfecta. Pero ese día no pudo ir allá. Linda foto, pero cada uno de ellos vive una vida tan distinta y opuesta a la mía y está pronto a dar vuelta la página. Un sueño me hizo ver que hay amigos que lo hacen volver a uno al presente. Porque al final desapareció el maletín con dinero y proyectos listos para realizarse, porque el maletín y su contenido no son aún parte de mi mundo. Pero una persona siempre estuvo, en ese sueño futurista y, mejor que eso, también en mi presente.
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